Los costos del empleo

La reforma laboral presentada por el Gobierno Nacional es sin duda regresiva y contraria a las necesidades de nuestra sociedad, encarece la generación de empleo, atornilla en sus puestos a quienes hoy los tienen sin importar su idoneidad o la realidad económica de las empresas, así como también, proscribe toda forma alternativa de generar ingresos para quienes hoy no gozan de un empleo formal.

Hoy el Gobierno nos sorprende con la trasnochada visión, consistente en que son los patronos los responsables de darle trabajo de por vida a sus empleados, reafirmando la visión paternalista del empleo, que si bien sostiene a aquellos que ya cuentan con uno, impide la generación de nuevas oportunidades laborales. La estabilidad laboral reforzada, los recargos nocturnos y dominicales que pretenden implementar y la obligación a las plataformas tecnológicas tipo Rappi de vincular a sus colaboradores mediante contrato de trabajo, se convertirán en una barrera para la generación de nuevos empleos. Incluir nuevas personas al mundo laboral se hará imposible por el altísimo costo, al igual que prescindir de aquellas que no se requieren por el temor a las indemnizaciones laborales.

Crear empleo es la principal función social de las empresas ya que a través del mismo distribuyen riqueza y cimientan la prosperidad de una sociedad. Las épocas en las que las empresas explotaban al trabajador y eran las encargadas de asumir directamente y administrar los recursos de las cesantías y la pensión ya pasaron. El Estado y la sociedad reflexionaron. Prueba de esto fue la creación del sistema de cesantías y pensional donde los aportes realizados, son administrados por un fondo público o privado para evitar que las empresas dilapiden los recursos y se garantice la efectividad de estos derechos.

Es momento de superar la visión según la cual es responsabilidad individual del empleador indemnizar a los trabajadores que ya no necesita. Hoy las empresas requieren de la libertad de poder disponer en cualquier momento de los empleos que generan, sin que ello se les convierta en un costo económico adicional y sin que, por supuesto, la persona despedida pierda esos recursos. Es tiempo de pensar que dentro del concepto de la seguridad social se incluya el costo de los despidos que el empleador requiera, se debe crear un sistema de aseguramiento que le permita a las empresas, a través de un copago asociado a los parafiscales, garantizar que dicha indemnización exista al momento del despido para garantizar su buen funcionamiento, competitividad y sostenibilidad.

Es hora de ver la jornada laboral, no como una camisa de fuerza sino como un máximo de horas flexible dentro de una dinámica de productividad en la que las 24 horas del día son hábiles para trabajar y generan mayores oportunidades. Desconocer esta realidad implica que cientos de negocios están condenados a tener unas cargas laborales que los hacen inviables. ¿Acaso los ciudadanos no requerimos de restaurantes en la noche, no solicitamos soporte técnico en esos momentos, no tenemos urgencias que debemos atender? Es momento de eliminar los recargos nocturnos y dominicales con el propósito de permitir que quien estudia pueda acceder a un empleo, que el trabajador pueda optar por laborar en las horas en las que genere mayor productividad, en que construir nuestra infraestructura sea más ágil por no tener sobrecostos y por no tener que parar las obras en horas de la noche cuando menos efectos se causan a los ciudadanos.

Es imperativo regular las figuras colaborativas que permiten generar ingresos sin que exista una relación laboral, dotarlos de seguridad social y de elementos de seguridad pero nunca atarlos a la existencia de un contrato de trabajo. Por último, debe entenderse que las condiciones económicas y el costo de vida no son los mismos en Bogotá que en las regiones y en el campo y, por lo cual deben permitirse salarios diferenciales de acuerdo con las capacidades y productividad de cada lugar. Es hora de disminuir el costo de generar empleo.