Economía a dos velocidades

Varios indicadores sugieren que la economía colombiana ha ganado tracción en los últimos meses. Tras dos años de bajo dinamismo, Colombia tendría una tasa de crecimiento en 2025 más cercana a la que podría denominarse normal. No obstante, las mejores noticias en materia económica esconden una diferencia sustancial en el sentimiento empresarial en diferentes sectores y segmentos.

Por un lado, mientras el sector de entretenimiento y actividades culturales sigue creciendo al doble de la economía, el sector de hidrocarburos y la minería continúa de capa caída. Por su parte, el sector agrícola, impulsado por los altos precios a nivel internacional, como en el caso de café y cacao, podría crecer este año por encima de 4%, mientras la industria con suerte vería una inflexión en 2025 después de una contracción de 2,1% el año pasado.

Estas diferencias sectoriales reflejan un fenómeno que solo puede leerse entre líneas y que insinúa una economía que está funcionando a dos velocidades o con dos capas, si se quiere. Una economía estilo María Luisa, como me sugirió un amigo llamarla. La primera capa, la del mundo corporativo, donde están las empresas grandes, ve con mejores ojos 2025, pero opera en un ambiente de alta carga tributaria y en un contexto de incertidumbre regulatoria y legal y pocas oportunidades de inversión. El sentimiento que predomina en muchos eventos corporativos es de resiliencia, búsqueda de nuevas oportunidades de inversión, algunas fuera de Colombia, pero en últimas de baja velocidad.

Dependiendo del sector, hay más o menos proyectos de inversión, pero está claro que el optimismo es moderado. Y claro, en algunos sectores como salud, energía, infraestructura, donde el Gobierno está asfixiando financieramente al sector privado o buscando socavar la confianza inversionista, el sentimiento es generalizadamente pesimista.

Por otro lado, está la capa de los emprendedores de menor tamaño, la economía informal y del rebusque, nuevas formas de trabajo y las usuales actividades ilegales. Las cifras sugieren que buena parte del empleo creado en los meses pasados ha sido de naturaleza informal. La velocidad de esta economía es mucho mayor y está siendo impulsada por las remesas, mejores precios de productos agrícolas, una economía de servicios digital con ingresos en dólares, y rentas de la ilegalidad asociadas a la minería ilegal y el narcotráfico. Por definición es una economía que se mide y se monitorea de manera imperfecta.

Los analistas económicos no tienen suficiente información para caracterizarla, pero el efecto de su dinamismo se observa, como entre rendijas, en indicadores como el crecimiento de efectivo, la compra de electrodomésticos, las ventas de motocicletas, y el dinamismo del sector de actividades de entretenimiento, como conciertos y eventos.

Esta economía se basa en el consumo, con poca inversión -o por lo menos inversión en instrumentos no formales- genera empleo, en la medida que buena parte se materializa en servicios, pero es ajena a la tributación. Si se entiende la velocidad de esta economía no sorprende la robustez del mercado laboral y el aprieto del Gobierno en materia de ingresos tributarios. Algunas estadísticas sugestivas: las ventas de motos en marzo crecieron 45% anual, el efectivo crece a una tasa anual de 23% de acuerdo con los más recientes datos de mayo. El empleo en marzo creció a una tasa anual de 5%. A todo esto, el recaudo de impuestos internos creció 4% anual en marzo, lo que implica una contracción de 1% en términos reales.

Entender estas dos velocidades puede ser muy relevante, no solo para tratar de descifrar el rompecabezas de las cifras económicas, sino también el sentimiento generalizado de muchos colombianos con respecto a su economía familiar, y la percepción que, a pesar de los grandes retos del país en materia fiscal, energética y de proyectos de inversión, sienten que las cosas no van tan mal.