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Analistas 17/11/2022

De las tasas y otros demonios

José Ignacio López
Presidente del Centro de Estudios Económicos Anif

Las tasas de interés de referencia del Banco de la República están en 11%. Y deben subir más. El grueso del ajuste monetario ya ocurrió. No obstante, con una economía que, a pesar de síntomas tempranos de desaceleración, todavía exhibe un crecimiento anual de la demanda agregada cercano al 10% y una inercia inflacionaria alta, el ajuste de tazas no está completo. Es probable que la autoridad monetaria incremente en 100 puntos básicos sus tasas en la última reunión del año del 16 de diciembre. Y no se descarta que las tasas aumenten 50 puntos básicos adicionales hacia un nivel de 12,5% a comienzos de 2023.

El actual ciclo de tasas ha sido más pronunciado que anteriores, en buena medida por el aumento precipitado de la inflación, presente no solo a nivel local, sino también en muchos otros países. No obstante, el ciclo de aumentos también ha sido más tortuoso. El Banco de la República ha sido blanco de críticas de propios y extraños en la medida que se ha visto obligado a apretar las condiciones financieras, en su impopular tarea de moderar la demanda agregada frente a un choque inflacionario. La política monetaria tiene tanto de arte como de ciencia. Si bien los bancos centrales cuentan con equipos técnicos avezados en modelos económicos y estadísticos, al fin de cuentas, las decisiones en materia monetaria requieren de un pulso firme, un tono tranquilo, un entendimiento más allá de las ecuaciones y, como en toda tarea humana exitosa, algo de suerte.

Sorprende que algunos analistas locales, gremios e incluso el mismo gobierno, todavía no dimensionen que el pulso y buena letra del Banco Central son una condición necesaria para crear las condiciones financieras propicias para la inversión en el mediano y largo plazo. Por ejemplo, algunos dirigentes gremiales, afortunadamente en minoría, se empeñan en cuestionar la respuesta de política en la actual coyuntura bajo el argumento de que las tasas de interés altas desincentivan la inversión. Este razonamiento es cierto, pero incompleto. Las tasas relevantes para los hogares y las empresas no son las tasas de corto plazo, sino las de mediano y largo plazo. Los proyectos de inversión de maquinaria y equipo o de compra de vivienda no se financian con tasas de un día para otro.

Si la autoridad monetaria ve erosionada su credibilidad con una reacción muy tímida en medio de un choque inflacionario, los mercados financieros anticipan un mayor nivel de inflación y de volatilidad en los precios en el futuro. Y ahí es donde menos puede ser más. En términos técnicos, una autoridad monetaria débil produce una mayor prima a plazos, es decir, genera incertidumbre y tasas de largo plazo más altas.

Si estos mecanismos estuvieran bien entendidos, el Banco de la República no sufriría de un escrutinio, a veces cacofónico, en el contexto local, sino incluso estaría más susceptible a las críticas de los inversionistas y analistas externos que juzgan de excesivamente gradual la respuesta de política de nuestra autoridad monetaria frente a países similares. Mientras la política monetaria sea más arte que ciencia, existirá espacio para la crítica y el disenso. No obstante, debe primar un mínimo acuerdo en cuanto a uno de los objetivos de cualquier Banco Central: ayudar a producir tasas bajas en el largo plazo, así esto implique, en ciertos períodos, aumentos importantes de las tasas de corto plazo.

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