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Analistas 01/12/2023

Vendedor de humo

El ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, hizo olvidar en poco tiempo a quien reemplazó en la cartera, la tristemente famosa Carolina Corcho, que siempre será recordada por la industria de la salud como la “Doctora Muerte”. Jaramillo ha venido presentando una serie de posiciones explosivas que superan de lejos las que ahora suenan viejas declaraciones de Corcho. Esta semana en la Comisión Primera del Senado, vociferó unas frases detonantes que rápidamente recogieron los medios de comunicación y las redes sociales. Señaló a las grandes farmacéuticas multinacionales de haber “experimentado” con la población colombiana durante el proceso de vacunación del covid-19, mientras se exaltaba con voz histriónica y populista. Por poco y el ministro termina infartado con su propia verborrea.

Por unos segundos alcanzamos a creer que de manera genuina estaba diciendo todo eso en serio. Al poco tiempo muchos se dieron cuenta de su estrategia, claramente expuesta por Roy Barreras durante la campaña presidencial del año pasado. La estrategia de la “explosión controlada”. Crear una crisis que desvíe la atención. Una vieja táctica usada por los guerrilleros en combate, que abiertamente fue incorporada por el Pacto Histórico como método normal de trabajo. De hecho, Alejandro Gaviria había lanzado un libro sobre el tema el martes pasado, recapitulando todas las “formas de lucha” del gobierno actual. Jaramillo realmente lo que estaba haciendo era crear un nuevo caos, para hacer olvidar el escándalo anterior del chantaje al Partido Alianza Verde que terminó en investigación en la Procuraduría y recusación en la Cámara de Representantes por parte de Salvación Nacional a todos los parlamentarios verdes de esa corporación.

Jaramillo rápidamente entendió que esas declaraciones, para chantajear a los representantes que se estaban oponiendo a votar la reforma, se configuraban en un posible delito que eventualmente lo puede llevar a la destitución, y por qué no, a la cárcel. Personas que lo conocen de cerca desde que estaba en la alcaldía de la Bogotá Humana, y luego en la alcaldía de Ibagué, certifican que Jaramillo es un personaje oscuro, siniestro y capaz de cualquier cosa para lograr sus objetivos. Quedó en evidencia que no le ha costado trabajo señalar como enemigos a la EPS Sanitas, y ahora a las multinacionales farmacéuticas, con tal de llenar de adrenalina su ego personal. Del lenguaje no verbal del ministro podemos deducir que su prioridad es la revancha y la venganza. Así las decisiones y declaraciones le cuesten billones de pesos a los colombianos.

El Presidente no lo va a cambiar en estos momentos donde se juega la última etapa de votación en Cámara. Cambiar dos veces de ministro en menos de dos años sin haber aprobado la reforma sería aceptar la derrota. Jaramillo seguirá con el acelerador a fondo hasta el final, cuando el carro se estrelle contra la pared de la realidad. En el camino seguirá vociferando barbaridades como el troglodita que es, dejando mucho daño por el camino. El gobierno y los congresistas saben que entre las eventuales votaciones en Senado y la revisión de la Corte Constitucional esa reforma está muerta, así la traten de revivir con desfibrilador. Jaramillo, por lo pronto, seguirá vendiendo humo.

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