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Hoy es, probablemente, el día más decisivo e importante de los últimos años en Colombia. Hoy el Senado elige al nuevo Magistrado de la Corte Constitucional y corremos el riesgo de perder la democracia (y nuestras pensiones) si el gobierno obtiene las mayorías absolutas.
La Corte Constitucional se compone de nueve magistrados, y actualmente cinco de ellos son afines al gobierno: Juan Carlos Cortés, Vladimir Fernández, Miguel Polo, Natalia Ángel y Héctor Carvajal. Pero el ojo del huracán está en la elección de quién reemplace a José Fernando Reyes, magistrado independiente. Entre la terna que tiene el Senado para su elección está María Patricia Balanta, abogada vallecaucana y según se dice, candidata del gobierno. Y lo más grave: sería la autora de la frase que titula esta columna.
En la Comisión Nacional de Disciplina Judicial se investiga disciplinariamente a Balanta por una queja de acoso laboral presentada por una exfuncionaria de su despacho el año pasado. Aunque Balanta afirmó que la denunciante había retirado la queja, no existe registro alguno. Y aun si así fuera, no podemos olvidar que ha sido investigada por más de un año por tres actos: 1. Exigir tareas fuera de los horarios laborales. 2. Hacer comentarios despectivos sobre el aspecto físico de la exfuncionaria, y 3. Presionar para que presentara su renuncia.
Qué paradoja que quien está por ser elegida como guardiana de los derechos fundamentales, hoy esté cuestionada por violar el código laboral.
Sí señores, esa es la candidata del gobierno del cambio, el mismo que en campaña prometió defender a los trabajadores. Pero no debería sorprendernos: es el mismo Gobierno que tiene en sus filas a David Racero, famoso por los audios en los que indica buscar contratar precariamente a trabajadores en su ‘fruver’: sin prestaciones, con horarios extendidos, con todo tipo de labores y sin siquiera pagarles un salario mínimo. Es también el Gobierno que puso a Tamara Ospina en el Viceministerio para las Mujeres. Ospina recibió 14 denuncias en su contra por presuntas agresiones físicas y comentarios racistas a los funcionarios del viceministerio.
Lo que asombra, entonces, no es que el Pacto Histórico, Armando Benedetti y el Partido de la U impulsen hoy a una candidata con denuncias de acoso laboral. Lo que sí debería estremecernos es el silencio ensordecedor de quienes votaron y promovieron este supuesto “cambio”.
Más grave aún es que Balanta ya haya salido a victimizarse -como es costumbre en la narrativa del ‘cambio’- diciendo que las críticas en su contra son porque es “negra y mujer”. No puede ser que siempre que se hacen cuestionamientos éticos, los funcionarios se escuden en este tipo de credenciales.
Y volvamos a lo esencial: si hoy el Senado elige a Balanta, el gobierno tendría el control total de la Corte Constitucional, con una carga de 6 (Gobierno) contra 3 (independientes). En ese escenario se haría imposible confiar en que la Corte actúe en derecho y tumbe, por ejemplo, la reforma pensional.
Hace una semana les pedía decirle a la Corte: “Corte, en ti confío”. Pero hoy, si el Senado elige a Balanta, no habrá confianza ni fe que valga: habremos enterrado la independencia de la Corte, la democracia y, con ellas, el futuro del país.