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Tribuna Universitaria 01/02/2024

Cambió la partitura

Martín Pinzón Lemos
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo U. de la Sabana

La promesa comunista se ha esparcido por toda la región desde que los Castro derrocaron a Batista. Hugo Chávez, en 1998, logró perpetuarse en el poder hasta su muerte en 2013. Los Kirchner, desde 2003 hasta hace unos días, gobernaban Argentina. Ahora, estamos ante la tercera generación de líderes del reencauchado socialismo del siglo XXI. En México manda un Geppetto, López Obrador; en Chile, un billi puntarenense, Gabriel Boric; en Brasil, el exconvicto Da Silva y en Colombia, el dormilón adicto al café, Gustavo Petro. Sin embargo, parece que la gente ha dejado de embelesarse con el rap de Residente para sintonizar el Panic Show libertario.

Con el inicio de 2024, las viejas canciones igualitaristas son reemplazadas por la vorágine de la libertad. Las principales voces socialistas pierden el estatus de cantantes estelares frente nuevas voces que, ante todo, han sido bomberos en sus países. Milei trae la letra del liberalismo; Bukele, la mano firme para acabar la inseguridad y Noboa -sí, el mandatario ecuatoriano- es una voz secundaria que intenta hacerse lugar en la política latinoamericana. Todos buscan imponer un nuevo ritmo en un continente adormilado hasta hace poco.

El liberalismo latinoamericano ha decidido, por necesidad, salir a dar la famosa batalla cultural. Las corrientes colectivistas se han colocado históricamente en la cima de la playlist de narrativas políticas, mientras los aburguesados ni se dignaban a subir a la palestra ideológica. Así, la narrativa marxista se impuso sin gran oposición en la región. La mayoría de los latinoamericanos hemos acordado, alguna vez, sobre un par de nociones igualitaristas como la “justicia social”, “desigualdades históricas” o “deuda ancestral”, pero Milei y Bukele, con golpes de resultados, buscan imponer nuevos estribillos.

El presidente argentino, como compositor del grupo, trae la letra de la receta liberal: “es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión (PNA) y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada (…)”. Su homologo salvadoreño, el baterista de esta nueva banda roquera, sacude los tambores como a los garantistas del crimen, mostrando que el poderío y la eficiencia del imperio de la ley. Según el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de ese país, en julio del año pasado, El Salvador llevaba más de 400 días sin homicidios. Mientras tanto, en Colombia, “potencia de la vida”, hubo 93 masacres en 2023.

Por su lado, los socialistas del siglo XXI intentan opacar, con su orquesta pretérita, la nueva tendencia política. Maduro calificó a Milei de un “error de la historia” latinoamericana. López Obrador aseguró que en el gobierno salvadoreño “hay autoritarismo y no se respetan las libertades”.

Petro no se quedó atrás. Ensordeció Colombia con más de 2.500 veces durante 2023, promediando seis publicaciones diarias. Además, creó el Ministerio de la Mujer, aprobó impuestos a las arepas o la salchicha y se peleó con: los “blanquitos ricos”, el Fiscal, la prensa, Israel, los estadios del país, las altas cortes, Panam Sports, los mandatarios argentino y salvadoreño, etc. Todo con el fin de sostener un relato caído a pedazos, como el muro de Berlín en 1991.

A pesar de estos esfuerzos por sostener el dominio discursivo, la gente está prefiriendo escuchar el rock liberal en vez del mambo castrista. Colombia y Argentina -según María Florencia Melo, periodista de Statista- son los países más polarizados de la región cuando hace 16 meses Petro era elegido presidente con más de once millones de votos y Alberto Fernández sostenía una dinastía kirchnerista de veinte años, sólo interrumpida por Macri. La hegemonía se desmorona. Definitivamente, algo está cambiando.

Las sociedades latinoamericanas se están aburriendo de las cantinelas colectivistas. Cada vez interesa menos la redistribución de la riqueza, sino la creación de ésta. Pasan de moda las regulaciones proteccionistas para abrirse a los mercados internacionales. Ya la banda de moda dejó de ser el socialismo del siglo XXI. Se empieza a bailar al son de la libertad latinoamericana.

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