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Analistas 15/01/2016

¿Y quién le paga a los artistas?

Javier Villamizar
Managing Director
La República Más
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La sorpresiva muerte del músico inglés David Bowie le hizo recordar al mundo muchas de sus obras maestras y sus contribuciones a las artes y a la industria de la música a nivel global. Uno de los talentos de Bowie, por el cual tal vez no recibirá suficiente crédito, fue su faceta como hombre de negocios y su brillante mente financiera. En el mundo financiero, todavía se habla de el término ‘Bowie Bond’ (bono Bowie) en referencia a la emisión de bonos públicos soportados por los ingresos futuros generados por el catalogo de los 25 primeros álbumes del músico. Fue en 1997, cuando Bowie en asocio con el banquero David Pullman, estructuraron un instrumento financiero que recaudó US$55 millones de inversionistas con la promesa de generar un lucrativo retorno a lo largo de 10 años soportado por las regalías de la música. Años más tarde, el mismo Pullman hizo lo mismo con otros grandes de la música como Marvin Gaye y James Brown. 

La historia de los bonos Bowie, así como la anécdota que narró Linda McCartney durante una entrevista hace unos años sobre la apasionante conversación entre Paul McCartney y Michael Jackson, en la cocina de la granja de Paul en Inglaterra, donde Paul contó a Michael que el gran negocio estaba en comprar los derechos editoriales de las canciones de los grandes artistas (lección que el rey del “pop” aprendió bien y posteriormente materializó con la compra de los derechos del catálogo de los Beatles), hacen creer que el pago de regalías por los derechos intelectuales de una pieza musical es un proceso organizado, estructurado, eficiente y confiable.

Desafortunadamente la realidad es muy diferente y millones de autores y compositores, no ven sino un minúsculo porcentaje de los ingresos que sus obras generan o deberían generar cada vez que son reproducidas, utilizadas o interpretadas en diferentes partes del mundo. Siendo la industria de la música, una de las pioneras en adoptar rápidamente la tecnología digital y el internet, el tema de los pagos de regalías a los dueños de derechos, ya sea de autoría o  interpretación, pareciera haberse estancado en el siglo pasado. Es increíble que aunque cualquier obra musical hoy en día está disponible en forma digital en decenas de plataformas, los artistas no tienen un acceso electrónico a información sobre las ganancias en tiempo real. En lugar de esto, los artistas reciben información tardía, sin detalle y sin ningún tipo de transparencia.

El negocio de la distribución musical hoy en día, de por sí, implica millones de microtransacciones diarias, lo que genera ingresos cada vez que una canción es reproducida, desafortunadamente la tecnología no ha evolucionado a la par y no existe un mecanismo universal para registrar y contabilizar el dinero que cada reproducción o uso genera para los artistas.  Lo que esto genera es que millones de dólares terminen fuera del alcance del artista ya que muchos de ellos no tienen el tiempo, el dinero o el conocimiento para encontrar la manera de recolectar lo que les pertenece. El problema se resume en que en la industria de la música no existe un sistema global que abarque toda la industria y que conecte el “uso” con propiedad de los derechos intelectuales. Tristemente la industria históricamente se ha conformado de un sinnúmero de intermediarios que en general tienen poco incentivo económico para que los que reciben el dinero encuentren a los titulares legítimos del mismo.

La industria de la música ha pasado tiempos complicados recientemente, muchos piensan que la industria está muerta y cada día escuchamos más artistas protestar en público porque sus ingresos están decayendo y se sienten alienados por los servicios de streaming.  Solo queda la esperanza de que alguien se de a la tarea de transformar la industria en lo que concierne a derechos de autor, trayendo conceptos y tecnologías innovadoras derivadas de las criptomonedas como ‘bitcoin’ y los ‘blockchain’ para administrar de manera transparente y eficiente los pagos a los artistas.

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