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Analistas 07/05/2022

El incierto futuro del efectivo

Javier Villamizar
Managing Director

Hoy en día para nadie es un secreto que el dinero en efectivo está destinado a convertirse en digital como consecuencia de una evolución histórica, los avances tecnológicos y de su relación con las futuras transformaciones socioeconómicas. A lo largo de la historia, el dinero se ha hecho más abstracto hasta el punto de convertirse en una representación meramente simbólica disociada de cualquier materialización física concreta. Gracias a los progresos tecnológicos relacionados con el blockchain y la agilidad de los sistemas electrónicos de pago no queda duda que el dinero digital tendrá mucho más protagonismo en la economía del futuro.

Del lado de los gobiernos a nivel mundial, más que tener una vocación genuina de adaptarse a un mundo en el que el comercio electrónico y las plataformas fintech juegan cada vez un papel más protagónico, la reciente inquietud de los organismos reguladores por el dinero digital parece motivada por la irrupción de las criptomonedas y el deseo de no perder peso a nivel internacional. Como reconoce la propia Reserva Federal de los EE.UU., quedarse de brazos cruzados y renunciar a un “e-dólar” podría acabar minando la supremacía del país en los mercados mundiales.

Una vez se haya conseguido perfeccionar la tecnología con el uso de sistemas avanzados de encriptación y “blockchains” mas eficientes en términos de capacidad, velocidad de procesamiento y consumo de energía, será inevitable la implementación de monedas digitales de uso mucho más generalizado. El primer interrogante que muchos nos hacemos hoy es quién debería implementarla, existiendo dos alternativas: monedas digitales privadas (ya existen en la actualidad ejemplos como el bitcoin y los “stablecoins”) o monedas digitales manejadas y con la garantía de los bancos centrales tradicionales, estas últimas se conocen como Cbdc, por sus siglas en inglés (Central Bank Digital Currency).

Las monedas digitales privadas son una opción increíblemente atractiva por su naturaleza descentralizada, su mecanismo de operación que hace que su valor esté ligado al volumen de usuarios y no dependen de un banco, autoridad o tercero para funcionar o existir.

Por otro lado, los mecanismos institucionales de los que gozan los bancos centrales en el sistema financiero pueden facilitar que la implementación sea más fácil y se logre una adopción masiva. Para nadie es un secreto que, a pesar de sus ineficiencias y lentitud, los bancos centrales gozan de características estratégicas de cara al consumidor como son la reputación y credibilidad, sumadas a la capacidad para garantizar que las Cdbc sean de curso legal y para generar un clima de confianza que haga que sean percibidas como un activo fiable y seguro.

Los bancos centrales disponen de muchos más recursos, información y capacidades técnicas para implementar de manera eficiente, una política monetaria adecuada en cada momento y preservar la estabilidad de la moneda digital como unidad de cuenta y evitar fluctuaciones abruptas en el precio. Esto contrasta de manera radical con los inconvenientes a los que se enfrentaría una moneda digital privada. Una moneda digital que reemplace la circulación del efectivo y sea respaldada por un banco central, teóricamente podría tener una mejor oportunidad de tener una implementación y utilización exitosas que una moneda digital privada.

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