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Analistas 13/10/2023

Mañana puede ser peor

Javier Arenas Romero
Director Harmex S.A.

Es paradójico. Lo que garantiza este Gobierno progresista es que el hoy puede ser menos malo que el mañana, y a esto no nos podemos acostumbrar ni acomodar.

No hay cabida para un escándalo más, para un nuevo atropello a la ética. No hay opción para más ineptitud en el manejo de lo público, la incapacidad moral es una constante que mina sin piedad la moral de los que basan la vida en hacer lo correcto. Permitir que el delito pase a ser un derecho, en la búsqueda de una fantasiosa paz, le ha dado a la delincuencia un poder que nos involuciona como sociedad y socava la seguridad ciudadana.

Esa resiliencia que en algún momento fue rescoldo para salir de tiempos aciagos, sobre todo en el tema de la violencia, hoy nos afecta sin discusión en el tema económico. Las cifras van mal, el país económico va mal y no hay explicación para ese letargo y esa espera del “no sé qué” que hoy identifica a los generadores de riqueza: industriales, comerciantes, productores agrícolas y de servicios, entre muchos otros.

Los cambios en el perfil de riesgo, por la falta de confianza en países como el nuestro, dependiente de la inversión extranjera y el comercio internacional, son directamente proporcionales al costo del capital y a la capacidad de financiación foránea. El no tener un mercado de capitales fuerte al servicio del país y de las empresas, origina la dificultad en conseguir y negociar tasas de endeudamiento de primer nivel que ofrezcan lo que realmente se necesita.

La inestabilidad política imposibilita un manejo económico acertado, la insistencia testaruda por cambios y reformas llenas de ideología, aumentan la inestabilidad y suspenden la inversión en el mediano y largo plazo. Debemos exigir al Gobierno revertir la tendencia que llevamos. Los indicadores de confianza empeoran en todas las mediciones y aunque a veces pareciera que son las lánguidas directrices que expectora el Ejecutivo, lo económico puede ser la voz en grito, para que los colombianos busquemos la manera de detener la debacle.

Nadie escarmienta en cabeza ajena. El deterioro de Venezuela o Nicaragua no pareció servir de espejo en Colombia. Aquí se eligió lo parecido y ahora empezamos a vivir la destrucción que los gobiernos progresistas han ocasionado en las economías emergentes de América Latina. Esto es, destruir con planes retrógrados el valor de las empresas públicas y debilitar las privadas, acabar con el mercado de capitales, la bolsa, los fondos de pensiones, las compañías de seguros, las fiduciarias y poner como vergonzantes a los bancos y las empresas altamente productivas.

La propuesta a la reforma tributaria va en contra de la empresa privada, desincentiva la continuidad y el emprendimiento al igual que la generación de nuevos proyectos. La reforma pensional termina siendo el mecanismo para desalentar el ahorro, que ya de por sí, con 8% del PIB es muy bajo para un país emergente.

No podemos seguir expuestos al riesgo de cualquier evaluación internacional, nos amenazan las descertificaciones, las bajas de calificación como país de inversión.

La perdida de categoría en los mercados financieros y de capital, así como la condición de mercado emergente nos llevaría a convertirnos en mercado frontera con todos los riesgos que eso conlleva. Las alertas están prendidas desde el inicio de este Gobierno por sus cambios al vacío que en nombre de los pobres está generando mayor pobreza.

No es fruto del azar que los índices que avalúan el comportamiento económico del país vayan en exacerbado deterioro. Las exportaciones del principal sector generador de recursos, el minero-energético han caído 43,3%. Las ventas de vivienda, que dentro del sector construcción e infraestructura, han sido el más acertado termómetro de la economía urbana, ha caído 53%. La producción de obras civiles disminuyó en 17,9%. La producción industrial manufacturera en lo corrido del año bajó 7,2%. Y los índices del sector comercio han bajado a niveles de la pandemia con una caída de 11,9%.

Los índices evaluados diagnostican la gestación de una enfermedad económica grave, que por fortuna, no nos sorprendió como a otro países vecinos.

La infección del socialismo progresista está identificada y debe atacarse frenando las cepas. Ahora bien, el voto inteligente en las próximas elecciones, podría ayudar a detener este avance al caos.

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