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Analistas 26/01/2023

Decadencia

Javier Arenas Romero
Director Harmex S.A.

Los buenos deseos, la esperanza y las felicidades con las que hemos iniciado el nuevo año parecen carecer de realismo. ¿Qué tan viables y posibles son estos deseos?. Por tantas decisiones erradas y caos con propuestas sin plan, sentimos que el momento es oscuro y decandente, aunque estemos revestidos de positivismo y resiliencia. Lo que Colombia permitió, con este nuevo gobierno, hace que cada noticia venga acompañada de más incertidumbre y desconsuelo.

El reinicio de año, para muchos, ha sido el regreso más difícil y sentido, no por las dificultades logísticas, sino por el costo emotivo de volver sin saber dónde estamos, ni para dónde vamos. Cada día es un anuncio drástico, estético o mediático que acumula más temores entre los ciudadanos.

Estos sentimientos, que encarnan como derrotero los gobiernos populistas de izquierda, están minando el ánimo del pueblo y, de esta manera, pretenden anestesiar cualquier voluntad de resistencia y protesta. Aquí se está asegurando una decadencia a pasos agigantados.

La realidad de cualquier país no comunista, ni socialista ni progresista ni nada de esos regímenes parecidos, nos obliga a reaccionar y a entender la dinámica del mundo de una manera diferente.

La determinación de un buen gobernante es parte del engranaje que hace a una nación próspera y legítima, o subordinada y miserable. Tal vez por esto no son más de diez los países que se dicen socialistas, y algunos de ellos con altas tasas de pobreza y hambre.

Cuba, Venezuela y Sudán encabezan la lista del índice mundial de miseria 2022. A pesar de que, como en el caso de Venezuela, es el país con más reservas de petróleo del mundo y uno de los que debería produccir más, por encima de los Emiratos Árabes Unidos, (EAU) incluyendo a Dubái, donde la sola disposición para el progreso y la fe de sus gobernantes, impulsó una de las economías crecientes más prósperas del planeta.

Dubái, que es hoy un ejemplo de lo que “todo se puede” por el bien supremo de las mayorías, es la extrapolación de lo que un buen líder puede lograr para su pueblo, mientras unos insisten en generalizar la miseria, los jeques en EAU buscan concentrar la riqueza, para asentar los cimientos y así alcanzar una vida de bienestar, respetando su historia y costumbres e interpretando las aspiraciones de la población.

La consolidación de la justicia y el respeto por las ley son pilares determinantes para la longevidad de las naciones. El que comete una falta paga las consecuencias y el que trabaja puede comer y vivir. Es tan digno un trabajo bien hecho como bien pago. Cero asistencialismo y permisividad, cero secularismo, la oración o culto a Dios es obligante por gratitud, para un pueblo que vive diariamente con ilusión.

Un país Árabe como Dubái, que representa la voluntad de cambio de una de las regiones geográficas más importantes, pero difíciles del mundo, se ha construido con voluntad y entereza en menos de 60 años. La autoridad y el honor de los jeques, encargados de la transformación, se ha soportado durante dos o tres generaciones en sus valores religiosos, personales y familiares; en su amor y respeto por el bien público y en el compromiso de defenderlo por encima de sus intereses personales. Sólo así han logrado hacer posible lo imposible. Allá, la familia real y la nobleza se han alejado de la política de la zalamería, el orgullo y la adulación; también de los malos vecinos y malos sentimientos que hubieran podido acabar con su instinto de progreso. La narrativa de estas frases, ayuda a develar lo equivocado y antagónico de personajes que gobiernan ahora países como el nuestro.

Otro de los secretos que ha soportado con audacia el desarrollo de esas naciones, es el de entender que no es lo mismo el poder que la autoridad. El poder lo otorga un nombramiento, pero la autoridad sólo se consigue con una vida virtuosa. A ese respecto, la monarquía de la Unión de los Emiratos Árabes, también se sostiene sobre la capacidad gobernativa de los ministerios, pero a diferencia de los nuestros, es obligante que los nombrados ministros tengan autoridad, que sean líderes fuertes y capaces de crear más líderes con impecable ejecutoria.

Reciclar incapaces, sin preparación, cargados de compromisos ideológicos, no de país ni de nación, incentiva el caos, la incertidumbre y la decadencia. Los líderes de hoy, los que necesitamos, deben ser gigantes silenciosos, que tengan respaldo intelectual, moral y espiritual, que dediquen el tiempo a ganar conquistas para todos, no simplemente a ganar vanaglorias personales.

Por esto el jeque de Dubái, su alteza, Mohammed bin Rashin Al Maktoum, dice que “aquellos que trabajamos en el gobierno, somos afortunados. Nuestros trabajos no son trabajos normales, ya que podemos influir positivamente en la vida de millones de personas”.

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