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Analistas 12/02/2021

Innovar para sobrevivir

Ignacio-Iglesias

El secreto del cambio está en poner toda la energía en empujar lo nuevo y no en luchar contra lo que ya existe

(Confucio)

A lo largo de mi vida profesional, el término innovación ha aparecido de manera recurrente en muchas conversaciones con clientes. Siempre nos exigían ser innovadores en nuestra estrategia, en el mix de medios, en los formatos, en los contenidos, en las propuestas. Además, salía de cada una de esas conversaciones absolutamente convencido que innovación tenía tantas acepciones como interlocutores y por lo tanto, generaba una gran frustación en el “innovator”, especialmente cuando se recibían las valoraciones periódicas de dichos clientes y veíamos que era casi siempre el “ítem” donde alcanzábamos menor puntuación.

Si atendemos a como define el término la RAE, tampoco vamos a aclararnos mucho: “mudar o alterar algo, introduciendo novedades”. Como no podía ser de otra manera, muestra una definición demasiado genérica que justifica que cada uno tengamos nuestra propia interpretación, para bien y para no tan bien.

En cualquier caso, hay una verdad irrefutable y es que en el entorno actual en el que nos movemos donde todo es tan efímero y cambiante, pero al mismo tiempo tan alcanzable gracias a la tecnología y la digitalización, si no somos capaces de tener los ojos y la cabeza abiertos a todo lo que nos rodea y no aprovechamos las oportunidades que se presentan, estamos condenados a desaparecer; o al menos, si no queremos ser tan drásticos para no caer en el fatalismo, a perder mucha relevancia.

Desde mi punto de vista, innovación, empresarialmente hablando, es la confluencia o el resultado de un proceso donde intervienen otros cuatro elementos: curiosidad, oportunidad, creatividad y acción:

_ Curiosidad, es la capacidad de interesarnos por lo que ocurre a nuestro alrededor y cómo podemos descubrir cuales son aquellos aspectos de la vida diaria que nos generan conflictos o son mejorables (pain points)

_ Oportunidad: esos puntos o momentos “cuestionables” y que muchas veces se asumen ya como parte de nuestras rutinas y se interiorizan como válidos, nos “encienden la bombilla” de que quizás sea posible darles una solución a través de un producto, un servicio, un proceso.

_ Creatividad: es el momento de buscar soluciones para esa oportunidad y es ahí donde la tecnología y la digitalización te permiten analizar posibilidades que antes eran implanteables. En este punto se ponen sobre la marcha todas las metodologías de trabajo tan de moda como Agile, Design Thinking, mvp…destinadas a crear un proceso continuo de análisis , desarrollo, prueba, métricas ajuste.

_ Acción: sin “lanzarse a la piscina” y ver si lo que hemos desarrollado es viable, de nada sirve todo lo anterior y hay que asumir que habrá errores y que tendremos posiblemente que pivotar muchas veces hasta tener una solución que en ningún caso será la óptima.

El proceso no parece ser complicado en absoluto, pero aún así puede romper el “statu quo” de muchas compañías muy satisfechas en su manera de trabajar durante años, de los productos/servicios que tienen al ser bien acogidos por el mercado. Sin embargo, todo eso puede llevar a algo peor: pensar que la innovación es algo que solo aplica a las start ups; a las compañías de la “nueva economía”. Mucho ojo que muchas de ellas se pueden aprovechar de nuestra “no acción” para robarnos clientes, mercado. En definitiva, protagonismo.

La innovación es una parte fundamental de ese proceso de cambio cultural en el que están entrando con más o menos rapidez todas las compañía: sin innovación, entendida como un proceso constante de cambio, mejora y creación que aporte soluciones trascendentes y disruptivas a nuestro negocio, no hay tal transformación. No es algo fácil, pero hay soluciones para abordar el reto.

Hay empresas más avanzadas en este proceso que están optando por el “intraemprendimiento”, con una mayor o menor relevancia y que han sido la apuesta final tras entender previamente que la innovación era “algo” que dependía del departamento de IT y/o posteriormente del departamento de Rrhh. Quizás era el proceso natural para decir que estabas innovando, pero sin tomarlo entre las prioridades porque “como estamos vamos bien”. Tener ese área puede ser la condición necesaria, pero no suficiente para avanzar en la tarea. Es necesario darle la relevancia correspondiente, visibilidad, aportar perfiles adecuados y “transversales” para incidir en toda la compañía y lo más importante: que la decisión sea avalada y apoyada por el “Top Management” de la empresa. Sin esto, estamos condenados al fracaso.

Si queremos todavía ir más allá, incluso podríamos hablar de la necesidad de que haya dos modelos de innovación: una dirigido a mejoras del “core business” de la compañía y otra que lo que busca es o bien lanzarse a nuevas aventuras empresariales aprovechando el músculo financiero de la compañía o como proyectarse en el tiempo. Por ejemplo, las compañías automovilísticas ya no hablan de producción de coches, sino de movilidad, con lo que eso supone en cuanto al cambio exponencial del mercado potencial a conquistar.

La innovación puede y debe impactar en el negocio actual (mejoras) y en el negocio futuro (disrupción, nuevas iniciativas, otros negocios)

En un contexto actual de incertidumbre, de contracción de la demanda en muchos sectores, de temor ante lo que nos está sucediendo, es natural caer en la tentación de centrarte más en el “negocio core” y buscar recortes, optimizaciones de recursos. Si estos recortes afectan a la innovación estaremos capando nuestro futuro hasta tal punto que nos lleve a desaparecer

Sin embargo, en mi opinión ahora más que nunca debemos aprovechar para reflexionar y apostar por nuevos productos, procesos, negocios. Como innovar no es intuición y todo desarrollo innovador debe enmarcarse dentro de un proceso (ya hemos hablado antes someramente de las cuatro fases), quizás haya que apostar por profesionales expertos en liderar los mismos hasta que las empresas opten por ejecutar el mismo ellas internamente. Pero sea cual sea la manera de actuar que decidamos, no olvidemos que innovar es fallar; o mejor dicho, que todo proceso de innovación implica asumir el error como parte del mismo hasta dar con la solución buscada

Por último, tampoco pensemos que innovación significa siempre grandes cambios. Nada más lejos de la realidad, en todo caso. Cualquier iniciativa, sea del tamaño que sea, o de la relevancia que se le quiera dar, puede generar grandes cambios en términos de eficiencia, ampliar y ajustar nuestra oferta de servicios o productos, impactar en nuestro posicionamiento como compañía, entrar en contacto con nuevos partners que nos abran nuevas oportunidades (economía colaborativa); en definitiva, que seamos percibidos como un jugador relevante en nuestra sociedad y en muchos casos, ¡qué nos garanticen nuestra viabilidad!

Resumiendo, innovar es actuar muy rápido para proteger y cuidar el negocio actual, pero también es arriesgar para liderar el futuro; un futuro que no es mañana. ¡Ya está aquí!

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