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Analistas 10/06/2023

Crecimiento, beneficio y límites

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

El crecimiento económico es necesario para construir una sociedad más equilibrada, con oportunidades para todos, fundada en el respeto y la solidaridad. Por supuesto, no basta crecer. Se requieren elementos adicionales para lograr el objetivo. Los más importantes están relacionados con el diseño de los procesos públicos, en particular los relacionados con seguridad, y justicia, servicios de salud y educación. De especial relevancia es la tarea de legislar, fundamento de todas las demás. Sin embargo, el crecimiento no solo responde a instituciones sanas. Se requieren políticas públicas acertadas.

El crecimiento permite más subsidios a estamentos vulnerables, aumenta el valor del trabajo y su capacidad adquisitiva, facilita la provisión de infraestructura y abre espacios para construir mejor futuro. Sin embargo, tiene limitaciones. Un equipo de MIT liderado por Donella y Dennis Meadows publicó en 1972, bajo los auspicios del Club de Roma, los resultados de análisis novedoso en ese momento.

Entre los factores limitantes el estudio destacó el tamaño de la población, con la consiguiente presión sobre recursos finitos, y la contaminación ambiental asociada al bienestar material, hoy aún más marcados. Sin embargo, cabría atenderlos en buena medida con ciencia, tecnología, diseño institucional y urbano, y pautas sociales acertadas.

Algunas experiencias ameritan reflexión. Japón creció a tasas sin precedentes de manera sostenida desde la posguerra hasta los 80 del siglo pasado. Luego se estancó, quizás porque su cultura machista no aprovecha plenamente el potencial de la mitad de la población; hoy es propósito de estado lograr la igualdad de la mujer, pero el proceso no será fácil. Los países grandes de Latinoamérica no crecen porque tienen visión estrecha, pésimas instituciones públicas y escasa capacidad asociativa. Es muy posible que las tasas de crecimiento de China hacia adelante sean más modestas que en el pasado, quizás por el espacio limitado para la libre expresión y el deficiente diseño del Estado, orientado a perpetuar el statu quo.

Occidente no crece más rápido porque no impulsa el desarrollo social de países atrasados y pobres; se desaprovechan así las destrezas de parte de su población calificada y su capital excedentario. Eliminar la pobreza del mundo exige rigor, esfuerzo y sacrificios en el derecho a la decisión espontánea para los actos de consumo de la población con ingreso de clase media o alta; el bienestar general creará presión sobre los precios de productos de consumo e insumos para los procesos productivos, pero lo nocivo de esta situación se podrá neutralizar con mayor productividad. Se necesitará proteger lo público frente al riesgo de perturbación por sociópatas y narcisistas, proporción pequeña pero no despreciable de la población total que ya produjo los horrores de la segunda guerra mundial del siglo pasado y puede impedir el logro de propósitos nobles.

El compromiso explícito con el crecimiento debe acompañarse de apertura comercial, sistemas laborales y tributarios sencillos y transparentes, educación pública de excelente calidad y espacio para la crítica. La tarea es exigente, e invita a los gobiernos del mundo a pensar con amplitud y ejecutar con diligencia. No caben objetivos individuales que entorpezcan lo que resulte en la mejora de todos sin perjudicar a nadie.

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