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Analistas 14/01/2013

El café viaja por Colombia

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo
La República Más
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Desde 1850, cuando se consolidó en Colombia la producción de café como producto de exportación, ha viajado por el mapa nacional buscando campesinos y tierra óptima para producir.

 
En aquella época se arraigó la producción en la gran hacienda cafetera en Santander, y más adelante en Cundinamarca con empresarios exportadores,financiados desde el exterior,ocupando mucha mano de obra, abundante cuando éramos un país rural.
 
Se afirma que migró tan rápido a Cundinamarca en búsqueda de  la navegación por el río Magdalena para exportar el grano, ante la imposibilidad de hacerlo por Cúcuta y salir al Golfo de Maracaibo dadas las dificultades políticas que se presentaban para facilitar  el tránsito por Venezuela.
 
Hace 100 años se presentó la crisis de la gran hacienda cafetera debido a la Guerra de los Mil Días, a los bajos precios del grano, a las deudas en dólares de los empresarios y a la aparición del movimiento sindical en los años 20, que tuvo origen en Viotá.
 
Al mismo tiempo se fortaleció el modelo campesino cafetero, de pequeños propietarios que trabajan la tierra y durante un siglo se convirtió en fuente de estabilidad social, de generación de divisas y de redención económica para los habitantes del campo en los departamentos en donde llegaba el café.
 
Ya en el siglo XX, este modelo llegó a Antioquia y se convirtió en  la principal herramienta para la colonización del Eje Cafetero,  consolidando el crecimiento económico del occidente del país. A partir de la segunda mitad del siglo pasado se fue desplazando hacia el sur, en donde la mano de obra rural abunda y la tierra es óptima para el café, de bajo precio y de fácil adquisición, hasta consolidar en el siglo XXI a  Huila, Cauca y Nariño como, “el nuevo eje cafetero”; con la mayor producción de café, excelente calidad, y por consiguiente, alcanzando los mayores precios. Los que trabajan la tierra son campesinos propietarios y encuentran en el café la redención económica y la fuente de bienestar que no les ofrece ninguna otra actividad.
 
Mientras tanto, “la hacienda cafetera “ del centro Occidente del país hoy presenta una enorme crisis. La revaluación la golpea profundamente al no poder transmitir este efecto a un menor costo de mano de obra, que escasea en la zona debido al progreso del siglo XX que brindó oportunidades de estudio y de modernización a una sociedad campesina de cosecheros, que hoy es urbana.
 
Por lo tanto, 100 años después la historia se repite, por razones diferentes pero con consecuencias similares para la hacienda cafetera; y seguramente, de consolidación del modelo campesino cafetero exportador, apoyado en la garantía de compra del grano, fundamental para el pequeño productor.
 
El reto es aumentar la productividad por hectárea, que es solo de 10 sacos, cuando en Brasil es más del doble. Con  la misma área e igual mano de obra, aumentar a 15 sacos y producir más de 15 millones, que el país puede vender sin problema a un precio por libra superior al de los demás países productores, dada la calidad de nuestro café. En Colombia está demostrado que se logra  producir de forma eficiente entre 25 y 30 sacos sin ningún problema ( 25 sacos equivalen a 15 cargas de café pergamino seco).
 
Se requiere muy buena asistencia técnica, utilizando  realmente la comunicación por internet a los campesinos, para asistirlos mañana y tarde en el manejo del cultivo. En el café como en todas las actividades, la tecnología informática ahorra enormes cantidades de horas-agrónomo, que  se encarecen por el desplazamiento debido a la abrupta topografía y las enormes distancias. La renovación permanente de cafetales es determinante de la productividad, un resultado de las buenas prácticas que el propietario,  guiado adecuadamente, ejecuta sin problema en una pequeña parcela.
 
El otro reto es encontrar soluciones al modelo de la hacienda cafetera, bien sea en nuevas formas de organización del trabajo, así como en alternativas de uso de la tierra que permitan una explotación sostenible económica y socialmente. Esperar el repunte de  la tasa de cambio no es más que una ilusión.

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