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Analistas 21/09/2013

De lo complejo a lo simple

Analista LR
La República Más
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El crecimiento demográfico y la urbanización presente en el mundo han generado un cambio en las rutinas y en los tiempos que destinan las personas para cada actividad de su día.  Quizás una de las que más ha tenido impacto es el tiempo de desplazamiento. Según el estudio de Roper Reports Worldwide de GFK, el tiempo promedio que se gasta a la semana en desplazamientos una persona es de 5,8 horas.  En Latinoamérica el tema es más crítico, porque en esta poco apetecida actividad del día, invertimos aproximadamente  9 horas a la semana.
 
Este nuevo escenario genera un inmediato ajuste en nuestros hábitos de consumo.  Para las bebidas esta tendencia ha resultado en una consolidación de los productos y formatos para consumir en “el camino”, es por esta razón que los envases que se enfocan en este mercado  representan 7.3%, la mayor tasa de crecimiento esperado para los próximos años Así, las personas buscan soluciones de productos  que se acomoden a su nueva realidad de tiempos.  
 
En este contexto, las empresas deberían enfocarse en desarrollar soluciones que simplifiquen las vidas de sus consumidores.  La portabilidad de un producto, un elemento aparentemente sencillo tiene un impacto gigante en esta ocasión de consumo y el desarrollo de soluciones a la medida pueden pasar desapercibidas para el consumidor a pesar de tener una gran complejidad en su desarrollo.  Es por esta razón que las innovaciones más relevantes son aquellas que logran pasar desapercibidas para el consumidor, las que usamos de forma intuitiva, aquellas que simplemente funcionan.  
 
Un ejemplo de este proceso de desarrollo lo tiene Tetra Pak en la elaboración de un nuevo envase y una nueva tapa para el consumo “en el camino”.   Para lograrlo se necesitaba mucho más que ponerle una tapa a las cajas de Tetra Pak.  
 
Lo primero era un cambio de mentalidad para entender que los desarrollos no surgían únicamente  desde una perspectiva técnica, era el consumidor quien definía sus necesidades. El siguiente paso era entender las formas de beber el producto en un envase con tapa.  Para esto se desarrollaron investigaciones en laboratorios de consumidor, donde se instalaban micro cámaras dentro del envase que permitían diferenciar las formas de consumir un producto para entender como el flujo, el diámetro, posición y altura de la tapa impactaban la experiencia.
 
Después, se hizo énfasis en  el desarrollo del prototipo industrial y su prueba con consumidores.  Para calificarla, el consumidor realizaba una compleja evaluación sensorial -inconscientemente- que le permitía definir su nivel de agrado.  Inicialmente, era la nariz que al acercarse al envase debía oler el producto antes de beberlo exaltando las características del producto a su sentido del gusto.  La forma del envase debía permitir que se adaptara a la geometría facial para impedir que el envase chocara con la nariz al consumirlo.  Posteriormente, era necesario que el envase se acomodara a la forma de la boca y labios para ofrecer mayor confort.  Finalmente, un flujo de producto adecuado permitía personalizar el consumo para tomar la bebida a la velocidad que cada consumidor prefiriera.  Un proceso intuitivo en el que el cerebro analizaba múltiples elementos simultáneamente en un instante para decir en resumen “me gusto este envase”.  

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