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En tiempos donde la sostenibilidad exige coherencia entre lo que se planea y lo que se transforma, la rendición de cuentas debería ser, ante todo, un ejercicio de sentido. No solo cuánto se recauda o se invierte, sino qué valor público se crea cuando lo público y lo privado trabajan con un propósito común. La rendición de cuentas 2025 de la Agencia de Alianzas Público-Privadas (APP) de Medellín sorprendió con una narrativa distinta y necesaria: la de la gestión como motor de impacto social, ambiental y económico.
La APP ha consolidado un modelo que pone el énfasis en la infraestructura como habilitadora de bienestar, no como un fin en sí mismo. Hoy la ciudad cuenta con 58 proyectos APP vigentes y un banco de más de 200 iniciativas, acompañadas por más de 30 estrategias de gestión implementadas, que hablan de planeación, rigor técnico y visión de largo plazo. En un contexto donde el mantenimiento de la infraestructura compite con múltiples prioridades urbanas, la eficiencia y la articulación se vuelven claves para sostener lo construido.
Un ejemplo elocuente de esta lógica es la Primera Bienal de Arte Urbano del país, ejecutada gracias a alianzas con actores privados como Postobón, Proantioquia y las fundaciones Pintuco y Argos. Más de 12.000 metros cuadrados intervenidos y más de 200 artistas participantes no solo transformaron muros: transformaron percepciones. El corredor de Guayabal, antes asociado a inseguridad, hoy es un espacio vivo, colorido y visitado, demostrando que la sostenibilidad también se construye desde la cultura y el espacio público.
Algo similar ocurre con las Áreas de Revitalización Económica (ARE). El piloto de Provenza, con un año de ejecución, logró articular a más de 90 empresarios y materializar mejoras visibles como la pavimentación del territorio, además de proyectos ambientales, de mantenimiento, seguridad y ornato. Más allá de los resultados inmediatos, lo relevante es el modelo: una forma de gobernanza colaborativa que puede replicarse en sectores como La 70, El Perpetuo Socorro o Castilla.
La gestión del espacio público y de los bajos de puentes refuerza esta visión. Con más de 13 bajos de puentes priorizados y 48.000 metros cuadrados disponibles, la ciudad avanza hacia un aprovechamiento económico ordenado y transparente.
En materia inmobiliaria y patrimonial, la APP administra 3.500 bienes fiscales, activando proyectos que combinan deporte, cultura, gastronomía y espacio público. Iniciativas como la renovación del entorno del Atanasio Girardot o el desarrollo de nuevos espacios culturales en el Barrio Prado muestran que es posible conservar el patrimonio mientras se habilitan nuevos usos urbanos. En este último, único polígono patrimonial de la ciudad, la transferencia de derechos de construcción ha permitido fortalecer equipamientos culturales y avanzar hacia un plan maestro de desarrollo.
A esto se suman proyectos estratégicos de ciudad que avanzan conforme a lo planeado, como la infraestructura penitenciaria metropolitana o la modernización de paraderos en corredores clave, mejorando la experiencia urbana y la movilidad cotidiana de miles de personas.
Finalmente, la sostenibilidad institucional también se refleja en la gestión administrativa: una entidad fortalecida, con equipos técnicos consolidados, indicadores de control cumplidos y una reducción progresiva de la dependencia de recursos públicos. Son señales de una gobernanza que aprende, se ajusta y genera confianza.
Rendir cuentas, entonces, no es solo presentar balances. Es demostrar que la alianza público-privada puede ser una herramienta ética y eficaz para cuidar la ciudad, activar el territorio, proteger el patrimonio y mejorar la vida cotidiana. Cuando la gestión se orienta al impacto, la sostenibilidad deja de ser un discurso y se convierte en una práctica compartida.
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