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Analistas 16/10/2021

Vivo en el limbo

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Tras conmemorar el Día Mundial de la Salud Mental, Colombia demostró, nuevamente, que es un país de locos: a última hora, de manera súbita, el Instituto Colombiano del Dolor abortó un procedimiento de eutanasia.
Nuestra hipocresía y mediocridad son evidentes. Aunque parezca progresista que Colombia hubiera sido pionera en la adopción del derecho fundamental a la muerte digna, acumula 24 años sin culminar la gestación del tema: tal como las reformas prometidas, tras la fracasada Constitución de 1991.

Estado fallido, no garantiza una vida digna; todo lo contrario. Además, los choques de trenes sabotean la alternativa: La Muerte Feliz (Camus, 1971). En el caso de moda, primero que no se deriva de una enfermedad terminal, los indolentes caprichos ajenos frustraron la decisión, reflexionada y persistente, de esa atribulada compatriota.

En el Comité Tripartita, ¿qué argumento emitió el psiquiatra o psicólogo clínico?; además, si la víctima liquidó sus recursos para disfrutar a su antojo los últimos días de vida, según estaba aprobado, ¿deberá sobrevivir desahuciada, secuestrada o torturada por la pobreza, como la mayoría de los colombianos?
Cantinflesca, la Corte Constitucional había anunciado que la muerte digna atendería incluso al sufrimiento “psíquico” (Sentencia C-233/21). Pues bien, antes del coronavirus esas crisis se intensificaron; muchas personas quieren descansar en paz, y lo único seguro en la vida es su defunción.

Adictos a las externalidades negativas, como la esclavitud, la inequidad o la exclusión, los tecnócratas defienden que la dilatación artificial de la existencia, mal denominada Esperanza de Vida, representa progreso. Sin embargo, ignoran la Desesperanza Aprendida y tampoco les importa humanizar su «Experiencia» (término degenerado por los placebos del marketing). A propósito, ¿es delito renunciar al negligente servicio de las EPS, y la inefectiva tutela?

Despenalicen el «suicidio asistido», en cualquier caso, y el aborto si la gestante manifiesta carecer de voluntad o capacidad económica, emocional o de tiempo; para neutralizar el libertinaje, cuando invoque por segunda vez esa «razón», realicen esterilización (junto con su pareja). Controlar la natalidad, además, resulta crítico para contener la explotación del ser humano y el planeta, por culpa del insostenible crecimiento económico.

País de objetores de conciencia, Vivo en el limbo también titula un vallenato que parece dedicado a la realidad colombiana, donde estamos “muriendo de la dicha”, y “las malas costumbres [son] las que [nos] mantienen contentos”. La mayoría somos “dueños de nada”, y sentimos que aquí “es como estar en ningún lugar”; aunque cada día parezca igual de absurdo, “no piensen que este [diario] está rayado”.

Los mitos del sacrificio y la inseguridad jurídica abandonaron en el limbo estos temas, y nos condenaron al cementerio de vivos; falsos moralistas, recomiendo Si Busca la Vida Buena, ¡Compre Uno de Nuestros Estilos Filosóficos! (Luciano, 155). Termino invocando otro asunto que marca tendencia: ¿El Juego del Calamar sería catalogado como “homicidio por piedad”?; y, para escapar de una vida enterrada bajo la miseria y la deuda, ¿aceptaría participar?

Sin haberle consultado antes, y sin importar si ahora su respuesta fue negativa, aquí está.

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