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Analistas 17/11/2021

Pruebas de estrés o RS

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Hace falta sentido común para actuar con responsabilidad social (RS), y adoptar cambios estructurales que resuelvan las diversas crisis que aquejan a la humanidad.

Paradójicamente, los círculos viciosos son tan confortables como autodestructivos. Desde la perspectiva cognitiva, exponen aquella locura que insiste en hacer las mismas cosas, con la expectativa de obtener diferentes resultados; así mismo, el estrés que generan los problemas, y su persistencia, acentúa la confusión e inhibe nuestras capacidades para analizarlos y crear soluciones (Effects of acute stress on core executive functions, 2016).

El estrés consolidó una compulsiva normalidad. Aberrante, su cotidianidad es traumática y consume nuestra inteligencia emocional (The effects of daily stress on positive and negative mental health, 2016). En consecuencia, permanecemos gobernados por el piloto automático: la zona primitiva del cerebro primitivo que está programada para defenderse, pues está impulsada por la irritabilidad y la hostilidad, que además afectan la inteligencia social.

Todo esto tiene efectos en la salud; no solo en la fisiológica, mediante el debilitamiento del sistema inmunológico, sino la mental, a través de la ansiedad, el insomnio, el desgano y la depresión. Colmo de males, una de las principales crisis del planeta, la contaminación, es causante de estrés porque los gases tóxicos nublan al cerebro.

Otro de los factores de riesgo está vinculado al estrés financiero; las deudas deterioran la salud, aún después de haber sido pagadas (Trajectories of unsecured debt and health at midlife, 2021). No se trata del colapso pandémico; aunada a la incertidumbre laboral, la insuficiencia de los ingresos, la carencia de excedentes para ahorrar y la emergencia de gastos imprevistos, la única alternativa para sobrevivir, en condiciones normales, es vender el alma al diablo.

Las deudas crecen más que los ingresos y la inflación, y los intereses siempre imponen doble dígito; consecuencia de esas inequidades, terminamos saldando deudas con deudas -económicas, sociales o ambientales-, y la única manera de extinguirlas es declararse en bancarrota y asumir la miseria como estándar.

Desgastado el discurso de la RS, solo una minoría disfruta de garantías. La salud (financiera) no es un objetivo de la economía, y la educación (financiera) es insuficiente para proteger al consumidor. Además, las Pruebas de Estrés solo atienden la resistencia del sector financiero a las catástrofes que padece la mayoría, condenada al infierno de la persistente vulnerabilidad, y la tentación del gasto facilista, pues, además del crédito, las compras impulsivas evolucionaron hacia los canales digitales, que almacenan sus datos para automatizar los pagos.

Las deudas deberían ser eliminadas de los modelos económicos, tal como la corrupción que contagió a las certificaciones de calidad o RS, como Poverty Footprint (Oxfam), Metric Navigator (Gemi), Measuring Impact Framework (WBCSD) o Socio-Economic Assessment Toolbox (AA). De hecho, en deuda con la sociedad civil, Asobancaria ahora se opone al Proyecto de Ley 164/2020, que exoneraría al erario de pagar los costos operativos para las transferencias monetarias no condicionadas: es decir, los subsidios. Estresa tanto descaro hacia la RS.

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