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Analistas 28/02/2024

Jornada «detox»

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

El capitalismo es insufrible, y la mamera es otro mal endémico; cada jornada es insana, y contagia la principal causa de ausentismo: la flojera para trabajar.

En permanente estado de crisis, se legitimaron las adicciones al consumo, el endeudamiento y el trabajo [workaholic]; por eso, sólo desde 2019 la OMS reconoció el Síndrome de Desgaste Ocupacional, describiendo esa enfermedad como uno de los “problemas asociados con el empleo y el desempleo” (burnout).

Como autoexamen, evalúe si acostumbra a rezongar o sentir hartazgo; padecer insomnio o somnolencia, y experimentar incompetencia o falta de realización. Si manifiesta alguno de estos indicios acuda a su EPS, aunque la retroalimentación de los pacientes sugiere que lo tratarán con indiferencia o le insinuarán que deje la «flojera», cuyo ambivalente significado refiere “debilidad o cansancio” y “pereza, negligencia o descuido” (rae.es).

Convengamos que ese lenguaje no aclara el diagnóstico, y contribuye a sabotearlo, pues mezcla a los «dolientes» con los «sinvergüenzas». Además, tiende a confundir las causas, atribuibles al trabajo, los jefes o los compañeros, mediante la «mamera» expresada contra lo “que produce pereza o aburrimiento” y “rechazo o repugnancia” (asale.org/damer/mamera).

Los afectados usualmente se automedican, dosificando su rendimiento o tomándose el día, tras inventarse cualquier cefalea o dolencia gastroenterológica. Ocasionalmente, algunos se confiesan ante sus círculos cercanos, y muchos prefieren callar, por temor a las represalias que puede acarrear su indisposición.

EVITEMOS EL MAL EJEMPLO DEL AUSENTISTA PRESIDENTE PETRO

Esto deja de ser anecdótico cuando se tienen responsabilidades sobre otras personas, pues constituye una anomalía que debe intervenirse para que el descaro no se normalice, ni infecte a quienes permanecen sobrecargados por suplir a los vagos o corregir sus estragos.

Y no juzgo con falta de empatía; probablemente, en algún momento al menos casi todos habremos comportado cualquiera de los síntomas antedichos. Sin embargo, condeno la desidia de quienes por costumbre exhiben desempeños deficientes, y mienten para justificar cada inasistencia o incumplimiento, pues alteran a sus equipos y procesos.

También señalo a los jefes que no los despiden, pues las comorbilidades de la «mamera» incluyen la desconfianza y la conflictividad. De hecho, según “Sick Shame” (https://t.ly/FtlDh, 17/1/2024), 24% de los supervisores cree que las incapacidades reportadas son falsas o exageradas; 27% de ellos presiona a quienes se reportan enfermos, creyendo que el «presentismo» es productivo, y 11% admite haber avergonzado al sindicado.

Avanzando en conclusiones, como los malestares psicosociales son desestimados, y las incapacidades [informales] parecen canjear vacaciones adicionales, hemos adulterado los derechos-deberes y los costos-beneficios de la utópica economía del cuidado.

Entonces, evitemos el mal ejemplo del ausentista presidente Petro, cuya reforma ignora, además, el movimiento que impulsa la reducción de la carga laboral, a 32 horas en 4 días, para mejorar 36% las ganancias y 63% la atracción de talento, disminuyendo 42% las renuncias y 68% la incidencia del «burnout» (4dayweek.com).

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