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Analistas 29/10/2021

El Falso Nobel de Economía

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

La economía recibe el Falso Nobel, porque los tecnócratas pretenden posicionarla como ciencia, aunque ni siquiera descubrieron la piedra filosofal. Inventaron algo que brilla, pero no es oro: es la ausencia del Estado de Bienestar.

Su presunta evolución contraviene el espíritu de los Nobel Originales, pues diariamente patrocina o justifica la comisión de crímenes de lesa humanidad. Ceteris paribus, cambian los premiados pero la ganadora recurrente es la econometría, que sabotea los consensos requeridos para reformar la inequidad y la insostenibilidad.

Los economistas (financieros) se creen iluminados o Einstein, y manipulan la relatividad de la pobreza para ocultar en agujeros negros la realidad. La gravedad de esa influencia es dual, pues dejan de ser rectos (o se curvan) cuando se dejan llevar por las «ondas» políticas, que atomizan a la sociedad, o abstraen fórmulas para enriquecer a ciertos «particulares», todopoderosos, que no juegan a los dados.

Adoptan axiomas que chocan con el humanismo, el socialismo y el ambientalismo, y crean modelos que refuerzan la conformidad (Behavioral Study of Obedience, 1963), vinculando supuestos forzados y datos que no se pueden «replicar»; de hecho, sujetos de pruebas, las percepciones o las interpretaciones que reportamos al Dane, el marketing y las valoraciones de competencias (o satisfacción laboral), probablemente reflejan Disonancias Cognitivas (Festinger, 1957).

Su racionalidad defraudó, pues proyecta sesgos propiciados por caprichos o condicionamientos que motivan la falsificación de datos o resultados (p-hacking). Respecto al «método» estadístico, hago parte del bando que objeta la tiranía frecuentista en esta «pseudociencia», y la automatización del procesamiento que aprende de ejemplos corruptos, pues imponen moda. En su lugar, promuevo el análisis bayesiano porque no maquilla la subjetividad.

Este 2021, el premio reconoció la formalización de los Experimentos Naturales; también la transformación de los datos para corregir la endogeneidad del error, que induce a confundir correlación con causalidad, porque esa es la cuestión en esta «ciencia»: no la ética en sus propósitos o impactos.

En consecuencia, la anunciada Revolución de la Credibilidad tampoco dio forma a cambios de fondo, aunque los reaccionarios cerberos de Buchanan, Nobel de Economía 1986, la descalifican como “whore” porque profanó sus mandamientos: la mayoría debe gravitar hacia el salario mínimo, y su capacidad adquisitiva no debe mejorar.

Entre los pocos galardonados que admiro está un psicólogo, Kahneman (2002). Yo lo otorgaría a Bután, un reino budista donde realizan el único experimento innovador, para lograr la Felicidad Nacional. También al Papa Francisco, cuyo sentido común demuestra que hacer lo correcto no tiene ciencia, pues constantemente ruega a Dios -y los poderosos terrenales-, la condonación de la deuda; la reducción de la jornada, y una redistribución estructural, eliminando la evasión y la elusión, garantizando un salario universal digno, y limitando la riqueza máxima.

En Colombia, cuándo no aspirantes al Ig Nobel, los neoliberales del gobierno y el congreso expropiaron las cuentas inactivas de los pobres: ¿qué tal si aplican esas medidas comunistas en los improductivos latifundios?

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