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Analistas 19/06/2024

Censo, jefes / subordinados

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Además de corregir el conteo de cabezas de hogar, arrimadas y desempleadas, cuya manipulación fungió como «censor» contra las reformas estructurales, el Censo Económico del Dane debería diferenciar entre subordinados, jefes y accionistas, para estimar el span de control colombiano, y la productividad de esa estafa piramidal.

La acelerada maduración de la inteligencia artificial extinguirá el trabajo remunerado, pues los bots pueden suplir aquellas labores que se consideraban dominio exclusivo de nuestra especie. Para empezar, los autómatas garantizan la autogestión que tanto le cuesta realizar a la mayoría de los seres humanos.

Continuando con la sistemática descomposición del mercado laboral, en 2027 los «freelancer» representarían mínimo 50,9% de la fuerza de trabajo estadounidense. Sin embargo, esa independencia no constituye una genuina liberación, sino una desesperada señal de supervivencia ante el caos económico, el maltrato laboral o el trastornado adelgazamiento de las estructuras organizacionales.

Esa estratagema se legitimó desde finales del siglo pasado, para reportar ganancias tan abruptas como ficticias, improvisando recortes laborales y sacrificando valor potencial. Ahora recobró impulso, ante los señalamientos de Zuckerberg y Musk contra los mandos medios, a quienes acusaron de entorpecer o parasitar el trabajo ajeno.

Tras apropiarse de ese acervo, las máquinas lograron obtener mejores calificaciones en las competencias más demandadas, de gestión y liderazgo, según calibró Indeed (https://t.ly/EHvUF, 2023), y 34% de ciertos sujetos experimentales declaró sentir más confianza en las instrucciones o recomendaciones referidas por soluciones tipo ChatGPT, que las proferidas por sus managers (https://t.ly/rcqYh, 2024).

La supervisión es difícil e ingrata. Sólo una minoría privilegiada recibe las capacitaciones o los recursos que se requieren desempeñar adecuadamente esa labor, y usualmente es inevitable que cualquier curso de acción altere a los superiores, pares o subordinados, quienes no tienen el hábito de hacer lo correcto, y hacerlo bien, de manera interdependiente.

Como esas excusas nunca pasaron de moda, muchos empiristas y gurús anticiparon la crisis existencial de aquellos cargos. La «jerarquiología», verbigracia, objetó la meritocracia porque reencarnaba la mediocridad (The Peter Principle, 1969), y multiplicaba el karma de tener más subordinados para culpar o torturar (Parkinson’s law, 1959).

Finalmente, el Principio de Dilbert (1996) ilustró a los desdibujados directivos, quienes terminan aislados para que ignoren la verdad o limiten su capacidad de ordenar estragos, y Bullshit Jobs (2018) actualizó los trabajos forzados que modernizaron la esclavitud, encadenándola a roles innecesarios o absurdos.

El Dane debería dimensionar cuántos jefes y subordinados tienen contrato, cuál es el costo per cápita de cada segmento, y la utilidad media. Como suplemento cualitativo, indagar: ¿su jefe debería ser mantenido o degradado?; ¿cuán probable es que la inteligencia artificial lo despida durante el próximo quinquenio?; y, ¿cree que finalizando ese periodo habrá renta universal, y complementará sus ingresos mediante sinecuras?

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