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ANALISTAS 23/06/2021

Desarrollo humano y libertad económica

Gabriel Aramburo - Libertank
Director de Acción Legislativa - Libertank
Analista LR

La idea de desarrollo humano, monitoreado por un índice que mide la expectativa de vida, la alfabetización, la educación y la calidad de vida en todos los países, se enfoca en mejorar la vida de las personas mediante la creación de oportunidades y la facultad que tienen estas de elegir libremente, de entre esas oportunidades, la vida que deseen vivir. En otras palabras, el desarrollo humano se preocupa fundamentalmente por crear opciones y brindarlas sin insistir ni obligar a nadie a que las tome. Nadie puede garantizar la “felicidad humana”, pero sí es posible generar las condiciones para que todo el mundo tenga un chance razonable de llevar una vida creativa, productiva y satisfactoria según sus propios intereses.

En opinión de algunos, la libertad económica y el desarrollo humano; o la libertad económica y los derechos humanos, son diametralmente opuestos, excluyentes o antónimos. En contraste, otros sostienen que la libertad económica existe para promover el desarrollo humano. Parece que la evidencia confirma lo que sostiene el segundo grupo de personas, haciendo que trascienda del campo de la opinión al de la razón.

La relación entre libertad económica y desarrollo humano está bien documentada (aunque tal vez no lo suficientemente bien difundida) desde hace tiempo. Además, la misma libertad económica permite que esta información también esté disponible, por ejemplo, en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage o en el Índice de Libertad Humana del Instituto Fraser. Países tan distintos como Singapur e Irlanda, o tan distantes como Nueva Zelanda y Suiza, que desde hace años encabezan los múltiples índices de desarrollo y libertad, comparten un profundo respeto por el imperio de la ley, por la necesidad de mantener un Estado pequeño, por la eficiencia de las normas y por el mercado libre y abierto.

La libertad económica empodera a la gente con la fuerza, tan sutil como demoledora, de poder elegir lo que más le convenga a cada uno. A medida que progresa el siglo XXI, estamos llamados a contrarrestar las narrativas extremistas y los impulsos populistas que quisieran restaurar modelos que ya fueron ensayados y produjeron desastres contados en vidas humanas. No debemos olvidar que, a pesar de todos los contratiempos, Colombia y el mundo pasan por el momento más próspero de su historia. La ignorancia, la enfermedad, el hambre y la pobreza han ido perdiendo terreno gracias, en gran medida, a la propagación de la libertad económica.

Al reducir las barreras para que la gente salga de la pobreza y ejerza su voluntad libremente, las fuerzas de la libertad económica propician un marco de posibilidades -y responsabilidades- para que las personas persigan sus intereses y objetivos. La prosperidad generada por la libertad económica trae como consecuencia una ciudadanía más libre a través de la alfabetización y la educación de calidad, y una mayor calidad de vida mediante el acceso a mejores servicios de salud, cadenas de alimentación y otros bienes y servicios. En síntesis, es la mejor solución al subdesarrollo. El sistema más eficiente (i.e. que cause el mayor efecto al menor costo) para sacar a la gente de la pobreza y de la ignorancia, para saciar el hambre y proteger del frío es el de la libertad económica.

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