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ANALISTAS 15/01/2025

Los dictadores

Francisco Barbosa
Exfiscal general y profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)

La dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela me ha hecho pensar en la historia de las dictaduras y de los dictadores en América Latina. Dictaduras que han sido tratadas por la literatura. Gabriel García Márquez escribió “ El otoño del patriarca”, Mario Vargas Llosa “ La fiesta del chivo” sobre la vida del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y “ Conversación en la catedral” sobre el general Manuel Odría, Augusto Roa Bastos ” Yo, El Supremo” sobre el dictador José Gaspar Rodríguez Francia, Miguel Ángel Asturias, “ El señor Presidente” y Tomas Eloy Martínez “ La novela de Perón”. Hay muchas más.

Existen también relatos y crónicas magníficas sobre los dictadores. Dos que se me vienen a la memoria. La primera de Alfredo Iriarte “ Bestiario tropical” y el segundo que además fue censurado en Colombia en la época del régimen de otro dictador, Gustavo Rojas Pinilla, “Entre la libertad y el miedo” de Germán Arciniegas.

Recordemos la frase del nobel de literatura peruano Vargas Llosa cuando decía que: “El subdesarrollo es bello solamente en literatura, pero no en la realidad”. Esa frase me hace pensar que nuestra literatura en América Latina ha sido prolífica y bella porque para construir literatura en nuestra tierras hay que ser buen observador. Los dictadores fascinaban y fascinan. Por eso, a estas alturas, los dictadores; esos especímenes del siglo XX, siguen vivos y coleando. Maduro, Ortega, Diaz-Canel estarían felices compartiendo con tanto sátrapa que pobló estas tierras.

Pero la realidad monda y lironda es que seguimos en las mismas. En los últimos días, Maduro se posesionó en su cargo como presidente, robándose las elecciones. En la Venezuela de hoy, como en la Venezuela de Chávez, Pérez Jiménez, Juan Vicente Gómez, Cipriano Castro, Guzmán Blanco, Tadeo Monagas o Páez no cabían el estado de derecho, las instituciones y la separación de poderes. Por eso las elecciones sobraron, salvo en el acuerdo del punto fijo que duró 40 años. Esa es la regla histórica.

En ese sentido, la oposición venezolana ha sido ingenua. Creyeron que el proceso electoral iba a ser justo cuando la democracia y las instituciones se perdieron en el año 1999 con la llegada del golpista Hugo Chávez Frías. Ni que hablar de como los sectores públicos y privados pulverizaron la democracia venezolana cuando destruyeron los partidos y ayudaron a defenestrar al expresidente Carlos Andrés Pérez en 1993.

Hoy, el problema es mayúsculo. ¿Cómo retornará la democracia a Venezuela cuando ese país no es afecto a ella, sino al autoritarismo?; ¿Cómo saldrá Venezuela de Maduro cuando, como dice Moisés Naim en su último libro “ Lo que nos está pasando” (2024), hemos perdido la capacidad de erradicar a los dictadores?

En el siglo pasado, los dictadores se iban porque se les garantizaba, en muchos casos, exilios dorados para disfrutar de sus bienes y se lograban las transiciones. Hoy, eso es imposible. Cuando sale un dictador, normalmente les espera la cárcel, la persecución y el repudio internacional.

Ante este panorama, los sátrapas no dejan el poder porque lo perderían todo. Su apuesta es sostenerse con mano de hierro y morir en el poder como el viejo dictador del “ Otoño del patriarca” de García Márquez que decía: “todo sobreviviente es un mal enemigo para toda la vida”. Ante ese escenario tan complejo, no queda más que empezar a acostumbrarnos a las dictaduras y a los dictadores.

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