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Antes, durante e inmediatamente después de la posesión de un presidente de Colombia, se producen viajes y discursos del nuevo mandatario -muchos simbólicos- con el fin de evidenciar un nuevo liderazgo internacional. En 1998, Andrés Pastrana afirmó que su política exterior estaría encaminada a fortalecer el poder de negociación del país y se mostró confiado en el inicio de una nueva era de entendimiento que permitiera la diversificación de la agenda con los Estados Unidos. También se comprometió con hechos y acciones de promoción y defensa de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.
Con un balance muy distante de la aspiración, no se dio la negociación más importante y necesaria con Nicaragua -nos demandaron, perdimos y seguiremos perdiendo-, la diversificación con “América” se tradujo en el Plan Colombia y en su cuatrienio las cifras de víctimas alcanzaron un récord histórico que superó los 2 millones doscientos mil.
En 2002, Álvaro Uribe, antes de su primer cuatrienio, buscando apoyos en el vecindario para sus políticas hizo una gira por Latinoamérica. Visitó a Gustavo Noboa en Ecuador y a Alejandro Toledo en Perú. Luego se reunió con Fernando H. Cardoso en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela. Regresó con muchos apretones de manos y golpes en la espalda, sin que nadie se sumara a su intención de hacer un frente continental contra las Farc. Su política de seguridad democrática deterioró la relación con sus vecinos y convirtió la política exterior de Colombia en una “reacción” exterior.
En 2010, antes del primer cuatrienio de Juan Manuel Santos, la designada canciller María Ángela Holguín visitó Quito y se reunió con Rafael Correa, y Santos -ya posesionado- visitó Brasil y recibió a Chávez en Santa Marta. Y para que no quedaran dudas que su prioridad era Latinoamérica, en su primer viaje a EE.UU., enfatizó en la necesidad de que este país y Colombia miraran al sur de la región.
Por su parte, Colombia acudió y participó en los encuentros de Unasur y fortaleció las alianzas con Costa Rica, Guatemala, Haití, Honduras y México. Contrarrestando el cierre de 24 representaciones en el exterior que hiciera su predecesor, se abrió una embajada en Trinidad y Tobago, y el establecimiento de sedes en Indonesia, Tailandia y Turquía en 2013, y en 2014 en Argelia, Azerbaiyán y Vietnam.
La nueva imagen del país se refuerza con el proceso de paz y la buena relación no solo se reduce a los vecinos sino que abarca Asia, Europa y EE.UU. El país ingresó al grupo CIVETS (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica), y se le catalogó como país bisagra, que podría articular la relación de Sudamérica con Washington.
Integrando a Colombia en esquemas multilaterales, se sumó decididamente a la configuración de la Alianza del Pacífico, ingresó a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), y es socio global de la Otan.
Colombia no solo viene mirando al norte y a sus similares, mira -y está inserta- en el conjunto, política que en tiempos en que se amenaza el multilateralismos hay que cuidar y defender. De ahí la relevancia de que el flamante gobierno de Iván Duque trascienda en sus relaciones exteriores más allá de comunicar saludos de expresidentes colombianos al monarca español e insistir en el error de que no va a reconocer el fallo de la Corte Internacional.
Le quedan pocos meses a la administración actual y bien haría el presidente en asumir el liderazgo del gobierno y no permitir esas peleas entre funcionarios que acaban de empeorar
Quizá la pregunta no sea si somos suficientemente “driven”, sino si sabemos dirigir ese impulso. Si nuestra energía está alineada con lo que de verdad importa