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Analistas 06/02/2025

El poder

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Hace poco más de un siglo los totalitarismos se propagaron por Europa y un notable defensor de la libertad de expresión y pensamiento propuso alternativas racionales para hacer valer la autoridad, sin tener que recurrir a extremismos violentos. Nos referimos al filósofo, matemático, reformista de la educación y la moral, Bertrand Russell.

El profesor analizó la esencia del poder y propuso soluciones para que la voluntad de entendimiento entre los hombres llegue a su óptima expresión. Para esto, la clave es entender la naturaleza humana, Freud la explicaba desde el sexo y Marx desde la riqueza, para Russell, no había dudas: era el poder, entendido como objetivo último de nuestros actos y como el elemento más decisivo para el desarrollo de las sociedades.

La inmensa mayoría de los hombres está obligada a trabajar duramente a fin de obtener lo necesario para la vida y se queda con pocas fuerzas y energía para otras finalidades, sin embargo, como los deseos humanos son esencialmente ilimitados e incapaces de satisfacción completa, siempre nos vemos impulsados -salvo los perezosos- a un esfuerzo ininterrumpido después de satisfacer nuestras necesidades primordiales, el impulso hacia el poder.

Y ese impulso tiene dos manifestaciones evidentes, la explícita de los caudillos y la implícita de los secuaces. Estos últimos, sea porque no se sienten con las competencias para dirigir el grupo o por comodidad, siguen voluntariamente al caudillo con el propósito de adquirir el poder para el grupo que él dirige (sienten que son suyos sus triunfos). Así, Russell entendía que el poder podía ser definido como la producción de los efectos deseados y, si bien se podía clasificar de diferentes maneras, él se refirió a dos tipos, el poder sobre la materia que entendía como la principal causa de cambio en el mundo moderno (que se le debe a la ciencia) y el poder sobre los humanos del que principalmente se ocupó.

El poder sobre los seres humanos puede analizarse por la manera de influir en los individuos o por el tipo de organización que implica. Respecto de la primera clasificación hizo fabulosas analogías esópicas, donde, ejemplificando el poder de la propaganda, el asno sigue a la zanahoria. Una de las tantas zanahorias era la abolición de los intereses (una de las promesas del nacional-socialismo) y el asno era la clase media. El rebaño sigue a la oveja que va a la cabeza, como los socialdemócratas que bajo el liderazgo de Hindenburg subestimaron a Hitler. Los animales amaestrados muestran el poder de los hábitos formados por castigos y recompensas, que se tradujo en los millones de hombres que hacían el saludo nacional socialista. Y el cerdo que con una cuerda alrededor del lomo es alzado hacia la bodega de un barco a pesar de sus gruñidos está sujeto al poder físico y directo sobre su cuerpo, como las víctimas reunidas en los campos de concentración controlados por el poder militar.

Bertrand Russell decía que para comprender su tiempo y sus necesidades era indispensable conocer la historia -antigua y medieval incluidas- para llegar a una forma de progreso posible, en nuestros tiempos debemos también considerar la historia de los totalitarismos, si no queremos que como los hábitos formados por castigos y recompensas se instalen por completo ¿Será que en el vigente análisis social del poder podemos encontrar respuestas?

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