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Analistas 24/06/2021

Dureza y claridad

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Que Rusia incluyera a Estados Unidos en la lista de países hostiles y que dos exsoldados americanos permanezcan presos desde 2018 por un presunto espionaje, no auguraba posibilidad de distensión de las relaciones de Washington con Moscú. Tampoco sumaba el calificativo de “asesino” que hizo Joe Biden de su homólogo Vladimir Putin en una entrevista de marzo de este año, ni que se mantengan las sanciones de Estados Unidos a altos funcionarios rusos por razones que van desde la anexión de Crimea en 2014, como las interferencias en las elecciones estadounidenses.

No se trataba solo de restablecer unas relaciones diplomáticas y unos embajadores, sino de tender puentes que reduzcan los riesgos y costos de una relación hostil. De ahí que todos los analistas coincidan en que el reciente encuentro entre los presidentes Biden y Putin, celebrado hace una semana en Ginebra, cumpliera sus expectativas. Ambos líderes se mostraron dispuestos a negociar un nuevo marco para el control de armas nucleares e interactuar en materia de ciberseguridad.

Sin dulcificar sus mutuas advertencias, de forma inteligente brindan estabilidad y predictibilidad a sus relaciones internacionales. Biden, refiriéndose a las infraestructuras estratégicas y a los procesos electorales, señalaba que Estados Unidos reaccionaría a cualquier ciberataque, además, advierte consecuencias devastadoras para Rusia en caso de que el líder opositor preso Alexéi Navalni fallezca.

Frente a esto último, sin referirse a Navalni por su nombre, Putin lo culpó de su propio arresto, afirmando que había regresado a Rusia desde Alemania pese a saber que había una orden de detención en su contra, añadió que en materia de restricción a las libertades políticas, “si hablamos de quién está matando a quién o encarcelando”, la gente fue al Congreso de Estados Unidos con exigencias políticas y se les llama “terroristas domésticos”, mientras enfrentan cargos criminales que podrían desencadenar en 28 años de prisión.

Tampoco se inhibieron frente a la creciente tensión en Dombás. Biden dejó claro que Estados Unidos mantendrá su “compromiso inamovible con la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”, y Putin, por su parte, se mostró poco dispuesto a hacer concesiones sobre la presencia militar de Rusia en la zona, acusando a Kiev de romper los términos del acuerdo de alto al fuego con los rebeldes prorrusos del este de Ucrania. No obstante, ambos mandatarios acordaron revitalizar la vía diplomática y la estabilidad.

Varios hechos explican el lento pero progresivo deterioro de las relaciones de Estados Unidos con Rusia, la anexión de Crimea por parte de este último y el desafío que le planteó a Ucrania en 2014, así como la intervención en Siria de 2015, fueron hitos de una estrategia de Putin para mantener al mundo expectante y temeroso de sus siguientes movimientos. En esos años, las acusaciones de interferencia en las elecciones de 2016, que llevaron a Trump al poder en Estados Unidos reforzaron los planes de Putin de hacer ver a Rusia como una potencia sin escrúpulos.

Hay que resaltar el cambio de estrategia de Washington. Biden se reúne con Putin, luego de agotar una agenda con sus aliados europeos en términos económicos y de defensa, mostrando una diplomacia pragmática que restablece incluso los canales con Moscú y combina una dureza y claridad inusual en las relaciones internacionales contemporáneas.

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