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La educación contemporánea enfrenta desafíos que exigen una transformación profunda en sus estructuras, enfoques y finalidades. El vertiginoso avance de las tecnologías digitales ha revolucionado la forma en que accedemos a la información y nos comunicamos, pero los sistemas educativos, en su mayoría, han respondido con una lentitud estructural, incapaces aún de traducir estos avances en verdaderas innovaciones pedagógicas. La barrera no es tecnológica: es pedagógica y epistemológica. El principal reto radica en expandir las capacidades humanas que permitan a los individuos desenvolverse crítica y creativamente en un mundo digital incierto y profundamente interconectado.
Las capacidades que demanda el presente no se limitan al dominio técnico de herramientas digitales. Se trata de dotar a las personas de capacidades cognitivas, emocionales y sociales para su resiliencia frente a fenómenos globales complejos como el cambio climático, las migraciones forzadas o las crisis sanitarias, sociales y económicas. Este enfoque se alinea con la teoría de las capacidades humanas propuesto por Amartya Sen y Martha Nussbaum, que propone empoderar a las personas para que vivan vidas que valoran y elijan libremente.
En este contexto, urge superar el modelo educativo focalizado en el docente, la enseñanza y en el aula física, para transitar hacia un modelo centrado en el estudiante, el aprendizaje y mediado por entornos digitales. Esta transformación no es meramente instrumental; exige redefinir los modos de encuentro profesor - estudiante, el acompañamiento al alumno y el estudio individual. Como lo proponen Bill Cope y Mary Kalantzis desde la pedagogía reflexiva, el currículum debe abrirse, volverse interactivo y co-construido.
El llamado “currículum oculto” -conceptualizado por Philip W. Jackson en 1968 como el conjunto de normas, valores y mensajes implícitos que se transmiten en la práctica escolar- adquiere nuevas formas en los entornos digitales. Mientras que en la presencialidad, gran parte del conocimiento circula en interacciones verticales entre el docente y el alumno al interior de las aulas, en la virtualidad estos procesos se tornan más explícitos, trazables y medibles. Migrar hacia un currículum abierto implica transparentar intenciones pedagógicas, objetivos de aprendizaje, criterios de evaluación y evidencias del desempeño.
Esto redefine la labor docente: ya no se trata solo de transmitir contenidos, sino de diseñar experiencias de aprendizaje significativas y adaptativas, apoyadas en plataformas digitales (Learning Management Systems, LMS), recursos interactivos y sistemas de evaluación más sofisticados, analíticos e incluso potenciados por inteligencia artificial. Se requiere una pedagogía reflexiva que valore la autonomía del estudiante, el pensamiento crítico, la co-creación de conocimiento y el trabajo colaborativo en red, en sintonía con el conectivismo de George Siemens (2004).
El acceso abierto a recursos educativos digitales de calidad representa una oportunidad histórica para democratizar el conocimiento. Negarse a adoptarlos perpetúa las desigualdades educativas y limita tanto el desarrollo económico como la justicia social. Un sistema educativo verdaderamente inclusivo debe ofrecer modalidades presenciales, virtuales e híbridas, con procesos de enseñanza-aprendizaje que sean flexibles, personalizables y culturalmente pertinentes.
En conclusión, el tránsito del currículum oculto al currículum abierto no es solo una innovación educativa: es una senda de transformación digital y de justicia social para conquistar un mayor acceso a la educación de alta calidad.
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