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Analistas 14/02/2017

Donaciones groseras

Diego A. Santos
242 Media Director No Ficción
La República Más
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No sé cómo podría describirles ese momento en el que, estando contento y relajado a punto de pagar mi mercado, la cajera del supermercado me pregunta, sonriente, y en voz bien alta, con cuatro o cinco personas haciendo fila detrás mío, si deseo realizar una pequeña contribución para alguna fundación.

Es el momento en el que un calor comienza a recorrerme la espina dorsal, las manos me comienzan a sudar, mis dientes rechinan, la mandíbula se me desencaja y mis pupilas se dilatan.

“¿Perdón? ¿Donar qué? ¿Contribuir a quién?”, le pregunto a la mujer para que me repita la solicitud. “Que si quiere realizar una donación a la Fundación (tal por cual)”, me dice sin pena alguna.

“No señorita, no quiero donar nada. ¿Por qué de los $100.000 que acabo de pagarles no renuncian al 5% y los donan? ¿Por qué no?”, le respondo amargado con las cinco  personas de la fila juzgándome, a sabiendas de que se me tiró el día y con cargo de conciencia por ser un miserable.

Pero en realidad, señores de las grandes cadenas, es el colmo. Podrá sonar esta historia muy chistosa, pero no lo es. Estos supermercados que llevan ya años en estas prácticas, saben muy bien que someten al cliente a un mal rato innecesario. Porque en realidad uno no hace la donación por ser un mezquino, sino por la cara dura de estos mayoristas.

Y digo cara dura porque bien podrían destinar, de cada factura, el 5% para donar no solo a una fundación, sino a muchas. O digamos que 5% es exagerado, porque golpearía sustancialmente las arcas de los accionistas. Entonces donen 2% o 1%.  

Explicándole mi desazón a varias personas, algunas me señalan que si uno dona, los supermercados igualan la donación. ¿Será eso cierto? La verdad es que en reiteradas ocasiones le he hecho esa pregunta a varias cajeras para obtener como respuesta un escueto: “no sabría decirle, señor”.

Hace unos años, para ser más preciso, en 2009, comenzó a circular el rumor que varios  supermercados se aprovechaban de nuestras donaciones para reducir sus impuestos. #FakeNews. Eso no es cierto. La revista Semana investigó y concluyó que era un rumor malintencionado.

De hecho, si uno busca en Google “donaciones supermercados”, casi todos los artículos que encontrará al respecto datan de esa época. El tema murió.

Me parece bien que estas grandes corporaciones piensen en los más desprotegidos, que procuren mejorar la sociedad y construir un país con más equidad. Pero es tan bonito hacerlo a costa del bolsillo del otro. No solo bonito, tan cómodo. Pero vuelvo y repito, la verdad es que produce mucha indignación.

Si es cierto que ellos igualan la donación, ¿por qué los cajeras no comunican ese mensaje? ¿O por qué no hay un letrero que le explique a los compradores de la magnífica y generosa iniciativas de la cadenas? Si así procedieran, otro gallo cantaría.

Las cadenas deberían preguntarse cuántos de los cientos de miles de personas que pasan por sus tiendas todos los días salen con un sinsabor por no haber donado. Puede que no les importe, ya que la facturación no deja de crecer, pero no es agradable que la experiencia en la tienda siempre concluya amargamente.   

Muchos de estos supermercados, por no decir que todos, son, y han sido, compañías ejemplares en Colombia, como generadoras de empleo y como grandes aportantes en medio de desastres naturales. Pero que no olviden que al final del día todo está en el detalle. Y en este detalle tienen un lunar muy oscuro.

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