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Analistas 05/04/2023

¿Usted no sabe quién soy yo?

César Mauricio Rodríguez Zárate
Teniente coronel PhD, Jefe oficina de Comunicaciones Estratégicas Policía Nacional

Viral, provocador y desafiante: en medio de un espectáculo lamentable, se conoció en redes la actitud de una mujer al abordar un vuelo, cuando haciéndose pasar por esposa de un militar, irrespeta un policía diciéndole “tú no eres nada”.

Luego, se observa cuando su acompañante ubicado frente a un vehículo de logística del aeropuerto se resiste a moverse impidiendo su circulación, emulando y justificando una “protesta” contra las autoridades del aeropuerto. Desde todo punto de vista, reprochable.

Durante los últimos años, Colombia ha conocido diferentes personajes desde jóvenes con determinada posición social, hasta reconocidos políticos haciendo uso del “usted no sabe quién soy yo”, donde además de su actuación penosa, desafían nuestros policías. Estos comportamientos se explican por tres factores culturales.

Primero, existe un “hálito” de superioridad en razón de un supuesto abolengo, dinero, cargo o estrato, propio de la época colonial, con el que se cree, pueden abrogarse actitudes desafiantes hacia la autoridad o de maltrato hacia los demás, no solo con los policías, sino con el que presta cualquier servicio: profesionales de la salud, conductores de transporte público, etc.

Segundo, una educación en la que desde muy pequeños, se considera que estos privilegios son suficientes para vivir en sociedad, pasando por encima de los demás. También por deficiencias en formación cívica y respeto a la escala de autoridad que comienza en el hogar con los padres de familia.

Tercero, la formación de narrativas contra la Policía, las cuales lesionan gravemente la relación entre el Estado y la ciudadanía. Este lenguaje donde se demerita la autoridad y se pasa por alto o minimiza quien la afecta, es extremadamente peligroso. Revertirlo resulta casi que imposible, pues se instala bajo un imaginario donde a quien irrespeta y vulnera los derechos de los demás “no le pasa nada” o se le “perdona”, mientras que al agraviado solo le queda una sensación de desamparo. El mensaje social para los niños y la juventud es perverso: banalizar el buen actuar y premiar el mal comportamiento.

Este caso tiene graves consecuencias legales. Esta mujer se ve enfrentada a duras sanciones económicas, por realizar comportamientos contrarios a la convivencia, establecidos en el artículo 35 y 146 de la Ley 1801. de 2016, Código Nacional de Seguridad y Convivencia: “irrespetar a las autoridades de policía” y “contravenir las obligaciones y reglamentos en sistemas de transporte público”. Una rebeldía y ofensa que sale muy cara. Además, el comportamiento agresivo sólo de palabra, configura el delito de violencia contra servidor público, por el que los policías también le interpusieron una denuncia penal.

Infortunadamente muchos desconocen que el ámbito de actuación de lo público en materia de convivencia, se rige por una rama del derecho denominada derecho de policía, -creyendo erróneamente que es sólo para los policías-, que aplica para la ciudadanía y cuando esta se agota, por el derecho penal. Incluso, con la recién promulgada Ley 2197. de 2022, quien irrespeta un policía puede ser capturado por los delitos de obstrucción a la función pública, si le hace imputaciones deshonrosas, por injuria y si en medio de las ofensas al uniformado, le endilga hechos punibles: “asesino, violador, etc…” por calumnia.

Los colombianos deben tener claro que la Policía no permite que la irrespeten, ni va a negociar la autoridad, pues es donde reside la facultad que otorga la Constitución para garantizar el orden: no me imagino un policía desarmado, sin respaldo jurídico para actuar o el apoyo de sus gobernantes, sería el fracaso de la convivencia en un Estado. Al ser innegociable, la autoridad se fortalece mediante la aplicación de la ley. Dura lex sed lex, “dura es la ley, pero es la ley”, reza un principio general del derecho. Los policías saben que cuentan con el respaldo no solo de sus superiores, sino de la sociedad que rechaza de manera enfática estos comportamientos, y finalmente, de la ley.

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