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En la página del Ministerio de Industria Comercio y Turismo aparecen registrados 46 gremios que representan a los empresarios de las diferentes actividades económicas del país. El protagonismo mediático lo tienen tres o cuatro de estos gremios que, de hecho, se han convertido en voceros del sentir del empresariado colombiano.
Salen a diario en entrevistas y declaraciones y ejercen gran influencia en las decisiones de los diversos gobiernos la Andi, que se transformó en Asociación Nacional de Empresarios, a la Asobancaria y a Fenalco, y poco vemos al gremio que agrupó más 10.000 empresas pequeñas y medianas; Acopi.
Tal vez, por ser pequeños y no reunir a las empresas de los grandes conglomerados nacionales, a este grupo de empresarios no se le ha otorgado la importancia que tiene en la economía nacional. Eso ha sido cierto hasta que la dura realidad de la crisis del covid puso en evidencia su importancia.
Según registró en su momento La República, “en el marco del 64° Congreso Nacional Mipyme 2019 de Acopi, …..la presidente del gremio, Rosmery Quintero, destacó que las micro, pequeñas y medianas empresas representan 96% del tejido empresarial, aportan 40% al PIB, generan más de 17 millones de empleos y representan 9,8% de las exportaciones nacionales”. Este número de empleos corresponde a 80% de la generación de empleo en el país. A todas luces, estas cifras ponen de presente la relevancia de este conjunto de empresarios en la economía nacional.
Tradicionalmente los gobiernos no han dado la importancia que merece a este sector empresarial. No existe un órgano estatal cuya función central sea el impulso y crecimiento de las Pyme, y como bien los anota Eugenio Reyes en El Porvenir de Monterrey en días pasados, siguiendo una moda internacional los gobiernos y las universidades decidieron apuntarle al “emprendimiento”-en el caso de Colombia con Innpulsa- dotando de recursos y apoyo estos “start ups”, lo cual es loable, pero aunque lo griten a cuatro vientos, no son un verdadero apoyo que las Pyme, ya que quienes están detrás de estas actividades no son, como afirma Reyes, emprendedores, sino empresarios.
No obstante lo anterior, la políticas del Gobierno en esta crisis no estuvieron a la altura de la importancia de este grupo y desconocieron la realidad de estas empresas. En la primera tanda de decretos que facilitaba créditos a través de la banca, los recursos nunca llegaron a las Pyme ni de la producción, ni del comercio ni del agro.
A pesar de las garantías otorgadas por el Estado al sistema bancario, se oyen a diario voces de empresarios que no pueden acceder a estos recursos ¡¡por falta de solidez económica!! En la nueva tanda de decretos de la segunda emergencia se acordaron de las Pyme y se incluyó un subsidio para la nómina de las Pyme. Como dice la expresión: muy poquito y muy tarde. Después de dos meses de cesar operaciones son muy pocas las Pyme que han tenido el músculo para conservar empleos y los subsidios son para aquellos pocos que lograron conservarlos.
La destrucción masiva de empresas pequeñas y medianas requiere del Gobierno en estos momentos una estrategia de recuperación empresarial. Mecanismos que le permitan a esos empresarios, que ya cerraron, reconstruir sus empresas porque ello será la única garantía de recuperación del empleo.