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Analistas 21/04/2020

Navegando a ciegas

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Es claro que el mundo está navegando a ciegas en esta pandemia y aún quedan cientos de preguntas sin responder. A mediano plazo no sabemos si son más conveniente las medidas de restricción en casa, como lo han hecho la mayoría de los países, o aquellas de Suecia con una política de mayor movilidad. No sabemos cuándo existirá una vacuna y si es necesario esperar a la vacuna para levantar las restricciones y empezar a dinamizar la economía.

No sabemos de manera certera si persiste la inmunidad en aquellos que han sido contagiados y curados o si, por el contrario, pueden volver a infectarse.

No sabemos por qué los niños son asintomáticos, al igual que 50% de la población, mientras personas sanas en los 40 y 50 no resisten el virus y fallecen. No sabemos cuál va a ser el impacto de la pandemia sobre la economía y si los efectos en poblaciones vulnerables serán catastróficos, tanto o más que la pandemia misma. En fin, sabemos poco o nada.

Ante esta situación, la solución más fácil es obligar a que todo el mundo se quede en casa. Si no nos metemos con nadie y nos aislamos como ermitaños hasta que se encuentre remedio o vacuna, llegará el momento donde no haya más contagiados. Esa fórmula extrema significaría el colapso total de la economía y la sociedad. Sin llegar a este extremo, ya en diferentes países los ciudadanos más pobres están saliendo a las calles a protestar porque las ayudas caritativas del Estado y las personas de buen espíritu no son suficientes y aunque sean un mínimo básico, genera frustración en estos y otros segmentos de la población. Pero si la sociedad y los estados escogen relajar el aislamiento como lo están haciendo Alemania y Dinamarca, quisiéramos saber cuál será la fórmula que combine de mejor manera economía y salud.

Al igual que con todo lo demás, no lo sabemos, pero en lo que sí parece coincidir todo mundo es que las pruebas son la única herramienta que permite navegar en la bruma con visión limitada. Lo dijo enfáticamente el doctor Ghebreyesu, de la OMS: “tenemos un mensaje muy simple; pruebas, prueba pruebas”. Y es ahí donde la inteligencia, la logística y las políticas han fallado en Colombia. Mientras el número de pruebas realizadas por cada millón de habitantes en Alemania (20.600), Noruega (25.700) y Canadá (13.600) son altas, en Colombia (1.092) y otros países de región son particularmente bajas. Ahora se nos da la buena noticia de cientos de miles de pruebas, la mitad moleculares de diagnóstico y la mitad serológicas que sirven para hacer seguimiento, pero la mala noticia que es no pueden procesar sino algo más de 3.000 al día. Seguimos a ciegas.

Nos muestran las autoridades nacionales y locales sus “modelos” como verdades absolutas y ahí cabe recordar la frase del famoso estadístico George Box: “todos los modelos están equivocados, pero algunos son útiles”. Es que los modelos modelan los insumos que les damos y si por falta de pruebas estos son deficientes, también lo serán los modelos. El famoso doctor Fauci va más allá todavía: “si no tenemos resultados de las pruebas de forma inmediata, no sabremos nada”. En Colombia las pocas que hacemos llegan con dos semanas o más de retraso.

Ya que se habla de apertura inteligente, lo más inteligente parecería ser dedicar los esfuerzos a las pruebas que nos permitan saber dónde estamos parados.

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