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Analistas 22/06/2021

¿Fracasó el modelo?

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Amainada la tormenta y con los resultados electorales de la vecindad a la mano, cabe cuestionarse el modelo económico que los países de la región hemos adoptado. En lo esencial, el modelo ha sido uno de mercado, sin mayores controles a los monopolios, con un Estado reducido pero burocrático y con altos niveles de corrupción. Ese modelo que buscaba, ante todo, el crecimiento económico, y a fe que lo ha logrado, sobre la base de que hay que crecer y generar riqueza para que pueda la población vivir mejor. Una especie de “trickle down economics” de Reagan.

El modelo, en efecto, trajo mayor crecimiento económico que en aquellos países que optaron por el modelo “socialista”, y se vieron altas tasas de crecimiento del PIB en Chile, en Perú y en Colombia. No así en la Venezuela de Chávez, la Argentina de los Kishner o el Ecuador de Correa, que sufrieron contracciones en sus economías. Ese ha sido el gran argumento en defensa del modelo “liberal” con el cual algunos países de la región han enfrentado políticamente los devaneos de la izquierda. Ese argumento llevó a Macri al poder en Argentina, a Kuczynski en Perú, a Bolsonaro en Brasil y Duque en Colombia, y en todos los casos fue evidente que si bien se lograba crecimiento, no se lograba progreso. Entiendo por progreso la capacidad de un modelo económico de generar mejores condiciones de vida a su población como un todo.

Esa realidad se ha expresado, como lo hemos visto en todos estos países, en un descontento de la población que se ha hecho manifiesto en las calles de Quito, Lima, de Buenos Aires y de las ciudades colombianas. Pero como lo vimos en las elecciones de Ecuador, de Argentina, de la constituyente en Chile y más recientemente en Perú, esa realidad también se ha expresado políticamente en la polarización y, en algunos casos, el triunfo de propuestas radicales populistas que se presentan como modelo alternativo.

No hay duda de que a este fenómeno se sumaron los efectos de la pandemia que dio al traste con lo pocos logros en bienestar que se habían logrado, lanzando a la recién ascendida clase media nuevamente a la pobreza y a los pobres a la pobreza extrema. Eran, por así decirlo, logros precarios que se fueron al traste con el primer embate.

La gran encrucijada en que nos encontramos las naciones latinoamericanas es entre un modelo económico que socialmente fracasó y polarizó y un modelo populista y mal llamado socialista que ha fracasado social y económicamente. La elección peruana evidenció de manera descarnada esa dicotomía al poner a los peruanos a elegir entre Fujimori y Castillo. El gran reto que tiene la región, próxima a vivir su segunda “década perdida”, es como escapar de este laberinto de conflicto pobreza y privilegios.

Necesitamos un estado más robusto capaz de generar las redes de apoyo social que requieren los sectores más vulnerables, necesitamos mecanismos que permitan una mejor distribución de la riqueza sin amenazar el sistema productivo que genera esa riqueza, necesitamos un Estado más eficiente y transparente y, sobretodo, necesitamos educación pública que cierre brechas y Justicia justa (vaga la redundancia) eficaz y pronta. Obviamente esto es más fácil decirlo que hacerlo cuando las raíces de nuestros males están enquistados, pero no por ello debemos dejar de lado el esfuerzo de construir una sociedad más equitativa con crecimiento económico y progreso social.

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