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Analistas 03/09/2019

Desempleo

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Nuevamente las cifras de desempleo aumentan en el último reporte del Dane. Con una tasa de 10,7% para el mes de julio de 2019, el desempleo crece un punto con respecto al año anterior. De otra parte, la tasa de empleo informal para el mes de junio según la Encuesta de Hogares fue de 44,9% para hombre y de 49,1% para mujeres, disminuyendo el porcentaje ligeramente para los hombres y manteniéndose igual para las mujeres comparadas estas cifras con las del año anterior.

Esta cifras quieren decir que más de las mitad de los colombianos que están en edad laboral y están buscando empleo o bien no encuentran trabajo o les toca dedicarse al rebusque. Para personas entre 14 y 28 años, esta tasa de desempleo estuvo alrededor del 17%, mientras que en las mujeres fue del orden de 19%. En conclusión, no solo la mitad de la población laboral esta marginada de cierta seguridad laboral, sino que este fenómeno golpea primordialmente a los jóvenes y a las mujeres.

Lo más fácil es echarle la culpa a los venezolanos, pero a nadie escapa que este problema es estructural mientras que el fenómeno de la migración venezolana es coyuntural. Además, según cálculos del especialista en temas laborales Stefano Farné , no es posible echarle la culpa de lo que está sucediendo a los nuevos inmigrantes. Habrá presión laboral de los migrantes pero el tema es más estructural.

En Colombia existen grandes conquistas de la clase trabajadora en términos de seguridad social, beneficios y estabilidad, y eso hay que destacarlo, pero sucede que esas conquistas, que tienen para las empresas grandes costos, solo las pueden pagar el Estado y las grandes empresas.

Las pequeñas y medianas empresas que luchan por su supervivencia no arriscan con esas cargas ni tienen los medios para garantizar la estabilidad, ya que dar por terminado un contrato de trabajo “sin causa justa” (y la situación apretada del empresario no es causa justa) puede llegar a costar una pequeña fortuna en abogados y fallos de la justicia laboral que, como todos sabemos, favorece al trabajador. La relación laboral entre patrono y trabajador en Colombia es como un matrimonio, es decir, de largo plazo y costosa de acabar.

No creo que sea conveniente echar para atrás esas conquistas ni menoscabar los beneficios de aquellos trabajadores que están empleados en el sector formal, lo que hay que buscar es una mayor flexibilidad que reconozca la realidad de la otra mitad del país que bien esta desempleada o sobrevive en la informalidad. Figuras como las de las cooperativas que se diseñan por parte de grandes empresas para evadir sus obligaciones no deben ser aceptadas y en buena hora tanto la OIT como el acuerdo comercial con los Estados Unidos se han pronunciado en contra. Por flexibilidad entiendo reconocer la diversidad de la estructura empresarial, la diversidad productiva y regional.

No puede existir un salario mínimo igual para todo el país cuando el poder adquisitivo de la moneda es diferente en diferentes regiones. No puede existir la misma estabilidad en una actividad de producción permanente que una estacional propia de la agricultura. Esto lo reconoció la ley en Perú y en ese país muchos creen que el auge agrícola ha contribuido enormemente la ley laboral diferenciada. No pueden aplicarse las misma reglas laborales a un gran banco que a un pequeño taller de ornamentación. El país tiene que ser imaginativo en materia laboral si quiere superar esta horrible coyuntura que tiene a millones de Colombianos en el limbo laboral.

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