MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Muchos nos hemos hecho a pulso, trabajando duro día a día, con persistencia y pasión por lo que hacemos, dedicando toda la juventud para hacer florecer nuestros sueños.
Y en este largo camino pasa el tiempo de forma inexorable, se llega a los 50 años de edad y las preguntas que nos planteamos son: ¿Hasta cuándo continuará la labor cotidiana? ¿Cuánto dinero más debería acumularse? ¿Qué otros retos nos esperan? ¿Cuántos años de vida con salud vamos a tener?
Más que bienes, riquezas, lujos, juntas, viajes de negocios y reconocimientos, deberíamos entender que la libertad es el mejor premio para tantas personas que hemos dejado hasta el alma en los negocios.
El final feliz de la historia es que el dinero nos regale la libertad para poder compartir el tiempo con nuestra pareja, hijos, padres y amigos más cercanos; libertad para hacer lo que más nos gusta; libertad para visitar los lugares que siempre hemos soñado conocer; libertad para que nuestro espíritu y pensamientos divaguen en un mar de paz y armonía.
Para cambiar de rol en nuestras vidas, debemos primero renovar la mentalidad y entender que los negocios o cargos directivos algún día funcionarán sin nosotros, que somos unos conductores temporales y que debemos ir entregando el timón de nuestra embarcación con sabiduría para que otros naveguen mientras disfrutamos los últimos años de existencia.
No se trata de abandonar el barco, es cuestión de mantenerse en la cubierta, con el catalejo -una especie de telescopio- siempre a mano, observando que el rumbo sea el adecuado, pero disfrutando los paisajes que nunca pudieron verse por andar al frente de la tripulación.
La pregunta más importante para lograr la libertad es hacerlo cuándo. Muchos empresarios que admiro por su tenacidad y arduo trabajo sostenido hasta después de los 70 años, creo que me han dado la respuesta: cuando aún podamos caminar, que nuestros pasos aún sean firmes; cuando nuestro aliento no se agote fácilmente con el mínimo esfuerzo, cuando nuestra mente aún esté lúcida, cuando nuestros abrazos todavía sean fuertes y no débiles, sin que nuestra mirada comience a perder claridad y antes de que nuestros hijos o nietos pierdan la esencia de su infancia.
Un cambio de mando después de cumplir los 60 años considero que es injusto e inoportuno para los líderes de las organizaciones, porque no se trata de que esto implique un retiro total, sino de continuar aportando sabiduría pero sentado en la cima de lo estratégico, en la proa del buque insignia, y no en lo operacional. Ninguna riqueza por grande que sea remplaza la falta de salud.
Por muchos años, con el duro trajín realizado, se sacrificó bienestar, se construyeron activos que deben proporcionar comodidad, pero en muchas ocasiones estos no le tocan al adulto mayor, porque de nada sirve tener la mejor bicicleta si el cuerpo ya no cuenta con el debido equilibrio ni con la fuerza para pedalear.
Después de los 50 años de edad, queda poco tiempo para disfrutar la vida a plenitud, porque no podremos llevarnos nada cuando nuestra existencia vaya camino a la eternidad. Solo quedarán recuerdos y la satisfacción por la labor cumplida en nuestro corto viaje por la tierra.
Dejar un patrimonio a nuestros hijos es importante, pero es clave invertir el dinero en nuestro propio bienestar, porque cuando ya no estemos, solo seremos un recuerdo. El trabajo arduo de tantos años debemos compensarlo en la entrañable relación existente entre cuerpo, mente y espíritu a través del disfrute, mucho antes del momento de partir.
Esos últimos capítulos de la vida deben estar llenos de gratitud por todas las bendiciones recibidas y son también momentos de compartir. Cuando la vida nos regala prosperidad no solo se trata de mejorar nuestro nivel de vida, sino también de elevar nuestro nivel de bondad con los más necesitados.
La vida no puede ser un solo capítulo de trabajo desde temprana edad hasta el día de la muerte, porque ese tiempo que creímos que era la mejor inversión, lo depositamos en el cajón del olvido de nuestras familias, con la ambición de querer más y disfrutar menos. Nada tiene sentido cuando la riqueza es superada por la soledad del poder y un final alejado de los seres queridos.
¿Y usted a los cuántos años quiere retirarse? Si el capital acumulado es suficiente para vivir libremente, con buenas comodidades y sin esperar exceso de lujos, ha llegado la hora de su retiro. Pero, si la respuesta es continuar trabajando para acumular más bienes suntuarios y riquezas, sin tiempo ni espacio de goce, seguro que será otro de los millonarios que dejarán su fortuna para ser disfrutada por personas que no se imagina y que nunca le llevarán flores a su tumba, porque estarán muy ocupadas gastando el dinero por el cual trabajó hasta el último suspiro de vida. El tener más no necesariamente significa contar con más felicidad; muchas veces, el poseer menos significa poder disfrutar de más unión, amor, comprensión, solidaridad y mayor generosidad.
Mantenernos con vida es un regalo de Dios con fecha de vencimiento y no podemos vivir sin entender que todos tenemos un día para nacer y otro para morir.