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Analistas 23/08/2023

Economía Cenicienta

Antonini de Jiménez
Miembro del Consejo Académico de Libertank

Recuerdan el cuento de la Cenicienta, ¿verdad? Pues los mesías socialistas del desarrollo bien lo conocen y mejor lo utilizan contra su pueblo cada vez que tienen ocasión. Una joven después de un hechizo se hace pasar por la princesa que no es; luego, al arribar la medianoche, el hechizo se rompe y ella por medio a ser descubierta huye despavorida de los brazos del príncipe antes que la verdad del hechizo la ponga en evidencia. Tal como hace la princesa ante el príncipe, esto es; mentir y huir, hacen los mesías caribeños. Unos engreídos que lo único que han entendido que nada han entendido de economía. Sin embargo, esto no es razón para que se refrenen en sus maquiavélicos golpes contra ella.

Ciertamente, están muy lejos del secreto del desarrollo, lo desconocen por entero; no atinan con las estrategias que empujen los niveles de vida hacia arriba, aunque sea por una vez, pero se les da a las mil maravillas hacerle creer al pueblo que son del primer mundo sin haber salido del tercero. Pero ¿cómo? Muy fácil, por medio de un hechizo. Si no podemos compartir los niveles de bienestar de los más desarrollados, hagamos creer que compartimos sus preocupaciones, al menos en esto seremos del primer mundo. Primer hechizo: así la contaminación no sea un problema real, como deja en evidencia que ninguna ciudad hispanoamericana entre en la lista de las más contaminantes, aquellas se muestran particularmente activas priorizando el uso de políticas falsamente sostenibles que aparenten un problema que no es el suyo. Segundo hechizo: así las políticas sociales enfocadas en mejorar el bienestar social lo desdeñen profanando los incentivos y haciendo más grande la desigualdad que creían deshinchar, no ponen excusas en aplicarlas a cada contrariedad que se les venga encima como si se tratara de agua bendita.

Tercer hechizo: así los Objetivos del Desarrollo Sostenible ahonden en la incoherencia, en la inconsistencia, en la redundancia y en la contradicción de los planes de acción de desarrollo territorial y la realidad del mundo pobre, no tienen reparo en adherirse a estas fórmulas anteponiéndolas a sus agendas. Ahora bien, estas políticas de encantamiento económico de la que se sirven los mesías tropicales (Economía Cenicienta) suscita unas enfermedades de naturaleza infecciosa que desquebrajan las estructuras productivas bastante languidecidas y encierran a los pueblos en una espiral de euforia y decepción.

En primer lugar, suscitan una dispersión entre la realidad y la política económica territorial incorregible, alimentando la decepción popular, pues nunca se pueden ver satisfechos estos exigentes escenarios con una estructura productiva tan debilitadas. Además, algo así perturba los incentivos económicos y genera una reasignación de las fuentes de ahorro e inversión hacia sectores irrelevantes o que directamente no existen. No será necesario que os brinde el diagnóstico. Solo que al final, el príncipe sabe muy bien lo que tiene delante.

Ahora digo, ¿por qué esta manera de hacer economía tiene tanto éxito generando tantos fracasos? ¿cómo es que tantos se dejan encandilar por ella y parecen ajenos a las enseñanzas de la historia? Al socialismo tropical le pasa como al niño cuando aprende a montar en bicicleta. Mucho más que en darle a los pedales, su interés pasa por encontrarse con el aplauso de su madre, orgullosa de su nueva hazaña. Los mesías socialistas padecen del mismo problema; estarían la mar de felices con ceder cuantas décimas de crecimiento por el aplauso de los países más adelantados.

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