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Analistas 13/02/2021

La jugada maestra

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

Desde que el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, asumió el cargo ha intentado infructuosamente la privatización de las dos joyas de la corona, ISA y Ecopetrol con el propósito de tapar el hueco fiscal del Gobierno central. La férrea oposición que tuvo que enfrentar en el Congreso de la República y la reacción en contra de la opinión pública arruinaron sus planes.

A pesar de las acrobacias del ministro Carrasquilla para maquillar y disimular el agudo y crónico déficit fiscal pagando deudas con deudas, mediante la emisión de TES y recurriendo al ardid de la contabilidad creativa, haciendo pasar el gasto corriente por financiamiento, tuvo que solicitar al Comité Consultivo de la Regla fiscal la dispensa para su flexibilización primero y para su suspensión después, ante la imposibilidad de cumplir con el objetivo de meter en cintura el déficit fiscal estructural que acusa el Gobierno Central.

Han sido muy variados los argumentos que se han esgrimido para privatizar los activos de la Nación, primero se adujo que el Estado era un pésimo administrador y como este no era el caso de Isagen, esta vez se arguyó sibilinamente para su venta que de lo que se trataba era de reemplazar un activo de generación por otro, que sería la modernización de la infraestructura vial del país, en la que se supuestamente se invertirían los recursos provenientes de su venta, circunstancia esta que nunca se dio.

Esta vez, la insistencia en vender 51,4% de la participación accionaria de la Nación en el holding de ISA es, sin ambages, solo para cuadrar caja, toda vez que pese a los malabares del ministro Carrasquilla 2019 cerró con un déficit de 2,5% del PIB, el cual se vio agravado el año anterior a consecuencia de la crisis pandémica, estimándose que el déficit de 2020 estuvo alrededor de 9%, muy lejos de la meta que se tenía inicialmente de 2,3% y revisado en el Marco Fiscal de Mediano Plazo (Mfmp) de junio pasado de 5,1%. Por lo demás, la regla fiscal sigue de vacaciones desde el 15 de junio del año anterior cuando el Ccrf accedió a su suspensión.

Según el Observatorio Fiscal de la Pontificia Universidad Javeriana, el Presupuesto para la vigencia de 2021 se aprobó con un desfinanciamiento de $39,1 billones y se previó en el mismo que $12 billones se procurarían teniendo como fuente “ingresos por disposición de activos”. Y estos, como ya quedó dicho tienen nombre propio, en primera instancia ISA. El previsivo ministro Carrasquilla se adelantó a expedir, al amparo de la declaratoria de la Emergencia económica y social, el Decreto legislativo 811 de 2020, el cual deja abierta en su artículo 10 la posibilidad de la enajenación de accionaria entre entidades estatales.

Esta jugada maestra del ministro Carrasquilla es la que le permitirá la enajenación de ISA sin su privatización. El Ministerio de Hacienda anunció que negociará la venta de sus acciones con Ecopetrol. Este enroque le significaría ingresos frescos a la Nación por $14 billones, aproximadamente, pero sin perder dicho activo, habida cuenta que ambas son de la Nación. Ecopetrol por su parte, de concretarse esta operación, diversifica aún más su portafolio de inversión y su matriz de riesgo, gana en sinergias y se consolidaría como un conglomerado energético, muy a tono con la transición energética en cuya hoja de ruta cumple un rol preponderante.

Hagamos una digresión para ponderar la importancia estratégica de ISA, cuya acción, dicho sea de paso, está listada en la Bolsa de Nueva York. ISA más que una empresa es un Grupo empresarial multilatino que cuenta con 43 filiales y subsidiarias, con presencia e inversiones en Brasil, Chile, Perú, Bolivia, Argentina y Centroamérica. Se destaca, además, por tener un reconocido código de Gobierno corporativo.

Como si lo anterior fuera poco, una de las filiales de ISA es nada menos que la empresa XM, la cual administra el Mercado de Energía Mayorista y Opera el Sistema Interconectado Nacional, amén de que es la articuladora del Sistema. Ello llevó a la Misión de la Transformación energética a plantear entre sus recomendaciones la necesidad y la conveniencia de escindir XM de ISA, aunque manteniendo su ánimo de lucro y establecer una Unidad de Monitoreo del Mercado (UMM) independiente y de esta manera evitar eventuales conflictos de interés, toda vez que ISA, su matriz, es uno de los agentes del mercado que XM administra y opera.

Como bien dijo su presidente Felipe Bayón, “esta adquisición significaría un hito en la historia de Ecopetrol que nos fortalecería en el sector energético nacional e internacional y nos permitiría acelerar la transición energética en la que estamos comprometidos. Sería el nacimiento de un conglomerado más fuerte, más resiliente y con mayor capacidad para crecer en la nueva era de la energía limpia”. Este sería un paso audaz de parte de la estatal petrolera, que la valoraría aún más.

Huelga decir que, como lo afirmó el viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño, de llegar a darse la enajenación de ISA a manos de Ecopetrol, dada la magnitud del déficit fiscal en 2021 y el que se proyecta para 2022, no nos librará de la anunciada reforma tributaria, ahora llamada eufemísticamente “reforma fiscal”, que el Gobierno considera inexorable para tratar de corregir el creciente déficit fiscal. La misma pende sobre los resignados contribuyentes como si fuera una espada de Damocles.

Ello, a consecuencia de los menores ingresos y los mayores gastos por parte del Gobierno Nacional por las secuelas de la crisis pandémica y su prolongación este año, que vinieron a agrandar el hueco fiscal que se abrió con la proliferación de las generosas gabelas impositivas (exenciones, descuentos, exclusiones y deducciones) decretadas en las dos más recientes reformas tributarias, disfrazadas la primera con el rimbombante título de Ley 1943 “de financiamiento” y la segunda de Ley 2010 “de crecimiento”.

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