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La economía en barrena 01/08/2020

La economía en barrena

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

La crisis económica global, que se ha visto exacerbada por la pandemia del covid-19, y las medidas que se han tomado para su contención, han obligado a los gobiernos a disponer acciones tendientes a evitar su agravamiento, evitando que muchas empresas pasen de la iliquidez a la insolvencia y de esta a la quiebra, aprisionadas por un choque del lado de la oferta y del lado de la demanda tanto en la economía doméstica como en la economía internacional, sacudida por la caída de los precios de las materias primas, el colapso del turismo y el endurecimiento de las condiciones en los mercados financieros. De allí, que las proyecciones sobre el crecimiento del PIB que antes le apostaban al repunte, después de un largo letargo, acentuado por la guerra comercial que desató el presidente de EE.UU. Donald Trump, ahora estén en terreno negativo para este año.

Y no es para menos, después de semejante frenazo de la actividad económica. Según las Perspectivas económicas de la Ocde, la economía global registrará este año una recesión sin precedentes, de -6% si la pandemia “permanece bajo control” y de -7,6% en caso de una segunda ola, al tiempo que prevé una leve recuperación de 2,8% para 2021. Su economista jefe, Laurence Boone, vaticina, además, que “la pérdida de ingresos superará todas las recesiones anteriores de los últimos 100 años”. Y de contera, según cifras de la OMC, el comercio global se reducirá en 32%, mucho peor que el registrado durante la crisis financiera internacional de 2008 - 2009.

Todo indica que Latinoamérica será el epicentro de la recesión económica global, será la que llevará la peor parte, de hecho, antes de esta crisis el ritmo de crecimiento de la economía regional venía rezagado con respecto a la media mundial. Según las proyecciones del Banco Mundial la contracción del PIB en Latinoamérica y el Caribe en 2020 será de -7,2%, más de tres veces mayor que la registrada a raíz de la crisis financiera en 2009, que fue de - 1,9% y la de la crisis de la deuda en 1983, cuya pérdida fue de -2,5%. Según la Cepal la economía de la región podría caer este año entre -5,3% y -7% y “quizá lleguemos al -8%”, algo nunca visto.

Todo indica que la recuperación de la economía será lenta y dolorosa. Al preguntarnos por la forma que tomará, si será en V, saliendo rápidamente del fondo, W con recaída, U con una lenta recuperación o L después de un largo letargo, encontramos una respuesta plausible en el Director del Centro para el Desarrollo Internacional, Ricardo Hausmann. Según él, dicha recuperación tomará la forma del logotipo de la marca Nike, una recuperación muy lenta después de una caída brusca, de tal suerte que no es dable esperar volver a los niveles de 2019 antes de 2022.

En este contexto, resulta demasiado optimista la aspiración del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, de una caída en el crecimiento de -5,5% para este año y un repunte del crecimiento del PIB para el año entrante “por lo menos 5%” e “incluso del orden de 6%, como pensamos que va a suceder”, contrastando con las proyecciones del Banco Mundial y el FMI para 2021 de 3,6% y 3,7%, respectivamente. La recuperación de la economía colombiana, en barrena, estará lastrada por las secuelas que se derivan de la onda recesiva en curso, que ha elevado sensiblemente la tasa de desempleo, la cual registró en el mes de abril, primer mes de la cuarentena, 19,8%, la cual subiría, según Fedesarrollo, hasta 30% si se le suman los inactivos, con tendencia a su agravamiento. El desempleo afecta el ingreso, así como también al consumo y este, que representa casi 70% del total de la economía, es el gran impulsor del crecimiento del PIB.

En cuanto al sector externo, además de la contracción del comercio internacional, Colombia enfrenta un estancamiento inveterado de sus exportaciones, las cuales dependen en una altísima proporción de las materias primas, especialmente del carbón y el petróleo. Colombia ocupa el penúltimo lugar en Latinoamérica, en diversificación de sus exportaciones, apenas supera a Venezuela. El bajo índice de exportaciones per cápita (US$1.000) no mejora, pese a los 16 tratados de libre comercio firmados en los últimos veinte años. Como afirma el Ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, “nos hemos concentrado mucho en firmar tratados, pero no en aprovecharlos”.

De allí que, para salir del atolladero en que está patinando la economía, se requiere cambiar el modelo económico por otro más sustentable, diversificando la economía, su oferta exportadora y los mercados externos. Lo advirtió la Cepal al cierre del año anterior, mucho antes de la pandemia, en su Informe preliminar: “América Latina debe repensar su modelo económico para reducir la desigualdad, telón de fondo de la crisis social que está atravesando la región...En parte, el modelo neoliberal ha fracasado y hay que encontrar un camino que se ajuste mejor a las características de la región”. ¡A pensar, entonces, fuera de la caja!

Es inadmisible que siga haciendo carrera en el país el gracejo, inspirado en la concepción neoliberal, según el cual la mejor política industrial es no tener política industrial y la mejor política agrícola es no tener política agrícola. Ello ha sido nefasto para la economía y para el país. A la vista está que el crecimiento potencial del PIB bajó desde 4,8% en 2012, insuflado por el largo ciclo de precios altos de las materias primas, a solo 3,5%, en el que permanece y lo más grave es que en los últimos cinco años el crecimiento del PIB ha estado por debajo de ese magro crecimiento potencial. A este ritmo Colombia tardará muchos años para revertir la tendencia del desempleo y volver a tasas de desempleo de un solo dígito, así como para recuperar el terreno perdido por cuenta de la actual crisis en materia de reducción de la pobreza y de la desigualdad.

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