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Analistas 16/03/2022

Sin saltos al vacío

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

Es absolutamente claro que los titulares y los trinos que describen todo lo mal que anda el país son mucho más populares que aquellos que hacen un razonamiento más equilibrado de la realidad. Por ello, cala entre la gente la narrativa repetida hasta el cansancio, de que debe barajarse de nuevo todo para generar un cambio que traiga las soluciones a todo lo que se ha hecho mal por décadas.

Sin embargo, las cifras muestran exactamente lo contrario. Si tomamos algunos ejemplos de lo vivido en los últimos treinta años encontramos un progreso sin precedentes en la historia del país. La cobertura en salud es tal vez el ejemplo más inspirador. En 1995 solo 29% de la población podía acceder a servicios médicos y esta cifra supera hoy 95%. Hay cosas por mejorar, pero en los últimos dos años los colombianos hemos podido enfrentar el covid y recibir la atención necesaria (en cuidados intensivos si es el caso) sin que nadie haya tenido que empeñar su patrimonio por esto.

Otros ejemplos que podrían tener una tendencia similar en las últimas décadas son: la mayor cobertura en educación, el mayor número de propietarios de vivienda nueva, la cada vez mayor atención de población vulnerable y pobre con subsidios del Estado, o la creciente transformación digital que nos ha facilitado la vida en nuestra relación con el sector financiero o en la simple compra de bienes y servicios.

Este progreso ha ocurrido con el diseño de políticas públicas ordenadas y que han trascendido con el paso de los gobiernos, continuando con lo que funciona bien y reformando lo que no lo hace. El problema es que en los últimos años hemos adoptado la costumbre de bloquear las reformas, manteniendo un status quo que empieza a desesperar a gran parte de la población que se siente excluida y que hace que piense en cambios extremos.

Ante esto, es labor de todos -gobierno, empresarios, trabajadores, sociedad civil- empezar a tender puentes que permitan hacer pequeños cambios para movernos en la dirección en que se hagan visibles de nuevo avances socioeconómicos, pero en este caso con una condición adicional, que es una mayor inclusión de esa población excluida de los beneficios del progreso reciente. Esto se puede lograr con la fórmula colombiana de las últimas tres décadas: avances graduales pero necesarios y permanentes. Y para ello es fundamental avanzar en consensos generales sobre reformas sin desviar la atención en detalles polémicos que poco aportan a las soluciones.

Un ejemplo claro es el tema pensional, donde muchas veces nos desviamos a discutir sobre qué régimen es mejor, si el público o el privado, cuando lo verdaderamente importante es que, si bien hay derechos adquiridos, no es correcto seguir otorgando pensiones a personas de altos ingresos con subsidios gigantes cuando todavía 70% de la población en edad de pensionarse no puede ni soñar con hacerlo.

El próximo Gobierno tendrá que enfrentar grandes desafíos, pues los últimos años de pandemia han agravado la situación de muchos grupos de la población y han opacado los logros de las décadas anteriores. Esos logros deben ser el espejo para tener claro que los grandes cambios son posibles, haciendo reformas con el apoyo de todos los actores de la sociedad; y que los “saltos al vacío” aunque suenan muy bonitos en las redes sociales o en los discursos son la receta perfecta para un desastre colectivo.

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