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En un mundo con alta volatilidad e incertidumbre, la correcta gestión de riesgos se vuelve fundamental para la colocación de recursos en los sectores más eficientes (social y económicamente hablando) y para cumplir metas de política pública que beneficien a todos los ciudadanos.
La correcta gestión de riesgos implica análisis sobre amenazas, debilidades y el potencial de actividades, sectores y hogares para identificar donde debería ser más adecuado poner los recursos escasos.
El sector financiero dedica gran parte de su capital humano y físico a gestionar esos riesgos. Y no es para menos, el manejo de los recursos del público (de los ahorradores) significa hacer todos los días una correcta gestión de riesgo para poder prestar los recursos a actividades y hogares que garanticen el repago de las deudas y, de esa manera, asegurarles a los ahorradores que su plata está segura. Por eso, la regulación y supervisión son tan estrictas y, por eso, las entidades financieras deben ser cautelosas al momento de colocar crédito en la economía.
Pero, esa correcta gestión de riesgos debe aplicar para todos los sectores. No hacerlo, genera efectos indeseados o gasto de recursos (generalmente de los contribuyentes) innecesario e inconveniente.
La correcta gestión de riesgos implica análisis sobre amenazas
Hay dos ejemplos para esto. En primer lugar, está todo el mercado de motocicletas. Aquí aparece el debate entre los que piensan que hay un exceso de motos en las calles del país y los que opinan que es el modo de transporte más sencillo en ciudades tan congestionadas, como Bogotá, y además accesible en precio para la economía popular.
En este caso, la gestión adecuada de riesgos permitiría que el propio mercado decida el número óptimo de motos circulantes en las calles cubriendo todos los riesgos. En efecto, más allá de pensar en limitar la movilidad en este modo de transporte, se debería hacer una correcta asignación de los riesgos e incluir los costos reales de adquirir una motocicleta en las cuentas de quienes deseen comprarla.
En esos costos reales debería aparecer, por ejemplo, el precio real de la prima del Soat en que se incurre ante el número de accidentes que este tipo de vehículo produce, o una tarifa diferencial en los peajes por el uso de las carreteras del país. De esa manera, los que compran este medio de transporte lo adquirirían porque saben que aun así sus beneficios superan todo estos costos y no se genera un subsidio con recursos de lo que pagan los conductores de otros modos de transporte o del propio presupuesto público.
La correcta gestión de riesgos ayuda a incentivar actividades
En segundo lugar, aparecen los hogares que tienen subsidios permanentes, los estudiantes de más de cinco años en las universidades públicas, los que a pesar de altos ingresos viven en zonas de estratificación baja, entre otros.
En este caso, si bien es claro que los subsidios son una buena política para ayudar a personas en la parte baja de la pirámide de ingresos y facilitar la movilidad social, una correcta gestión de riesgos y asignación de recursos escasos enseñaría que los encargados de la política pública deben garantizar la focalización de los recursos, lo que implica a su vez que los subsidios no pueden ser permanentes.
En un país con tantas necesidades y a la vez tantas afugias presupuestales, la correcta gestión de riesgos ayuda a incentivar actividades que generan externalidades positivas y permite asignar los recursos en las poblaciones que de verdad lo necesitan.