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A lo largo de los años, la experiencia me ha convencido de que un desequilibrio en liderazgo puede ser el síntoma de un desequilibrio en la corteza prefrontal, que es la parte más desarrollada del cerebro. De hecho, un cerebro sano es la premisa fundamental para el ejercicio de un liderazgo inteligente y eficaz. Puede ser entonces interesante analizar la función que tiene la corteza prefrontal y preguntarnos qué podemos hacer para optimizar su salud.
La corteza prefrontal es considerada la gerente del cerebro porque es la parte que observa, supervisa, guía, y enfoca nuestro comportamiento. Además, supervisa algunas de nuestras funciones ejecutivas, como el manejo del tiempo, el discernimiento, el control de los impulsos, la planeación, la organización, y el pensamiento crítico. Finalmente, nos asiste en muchos comportamientos fundamentales para la orientación al logro, la responsabilidad social y la eficacia. Dice el neuropsiquiatra Thomas Gualtieri, que la función de la corteza prefrontal coincide con la capacidad de formular objetivos, de planear su ejecución, de implementarlos de manera efectiva, y de hacer cambios y de improvisar en presencia de obstáculos o de un fracaso. Nos asiste, entonces, a la hora de resolver un problema y de aprender de nuestros errores. Adicionalmente, condiciona nuestra capacidad de enfoque, de realizar un proyecto, de ejecutar tareas.
De la corteza prefrontal, depende nuestra habilidad de mantenernos calmados, enviando señales de tranquilidad al sistema límbico, disminuyendo así las señales de distracción. Finalmente, nos permite sentir, distinguir y expresar emociones como la felicidad, la tristeza, la alegría, el amor. En otras palabras, mucha de nuestra madurez humana, depende del buen funcionamiento de la corteza prefrontal. De hecho, nuestras reacciones frente a un desacuerdo o una decepción dependen en gran parte de esta área del cerebro. Por eso, la corteza prefrontal juega también un rol fundamental en fomentar un liderazgo efectivo.
Por el contrario, daños o una subactividad de la corteza prefrontal perjudican nuestra capacidad de pensar, de sentir, y de autorregularnos. La falta de concentración, de perseverancia, una escasa capacidad de dominar los impulsos, la desorganización, la procrastinación, la falta de criterio, la búsqueda de conflictos, y las percepciones erróneas son síntomas de una corteza prefrontal no optimizada. El trastorno por déficit de atención (TDAH), por ejemplo, es el producto de una disfunción neurológica de la corteza prefrontal.
Entonces, ¿cómo un ejecutivo puede optimizar la salud de tu corteza prefrontal? En mis entrenamientos y seminarios, recomiendo los protocolos que aprendí del doctor Daniel Amen, el fundador de las Clínicas Amen en los Estados Unidos: una combinación de suplementos, entrenamientos en biorretroalimentación, una alimentación baja en carbohidratos, meditación, ejercicio, la escucha de música clásica, además de aprender a enfocarse en lo positivo, identificar objetivos para las principales áreas de la vida, y encontrar un propósito de vida.
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