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Analistas 28/04/2025

Petrismo, lucha de clases

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Investments

Creo que la primera vez que publiqué esta columna fue hace como 10 años, y de ahí en adelante la he repetido cada uno o dos años, porque claramente siempre será necesario explicar esta matemática tan certera, sobre todo en un país como Colombia. Pocos lo saben, pero esta semana que termina el mercado de bonos internacional categorizó a nuestro país como uno que tiene un riesgo crediticio superior al de Turquía, país que en este momento sufre de una tasa de inflación anual de 38% y que es gobernado por un personaje bastante complicado para con los mercados, el señor Erdogan.

Pero igual el mercado nos ve peor que a los otomanes, y el mercado es el rey del mundo, nos guste o no. Y este problema de mercados que estamos viviendo es función directa de las decisiones que ha tomado el gobierno de Petro, decisiones de política que solo han traído una caída pronunciada en la confianza inversionista, y por lo tanto, nos han llevado al famoso decrecimiento relativo. Y el petrismo nos lleva a este desastre porque el petrismo es lucha de clases, y la lucha de clases es acabose económico, como nos lo explica perfectamente la “economía de bar”.

Economía de bar: supongamos que todos los días 10 individuos se reúnen a tomar cerveza en un bar, y que la cuenta del consumo diario llega a US$100. Si estos individuos decidieran pagar la cuenta de la misma forma como se pagan los impuestos en Occidente, la fórmula de pago sería la siguiente: los primero cuatro individuos no pagarían nada por la cerveza que consumen, el quinto hombre pagaría US$1, el sexto pagaría US$3, el séptimo pagaría US$7, el octavo pagaría US$12, el noveno pagaría US$18, y el décimo, el más rico de todos, pagaría US$59.

Un día, el dueño del bar les dice a sus comensales: “Señores, como ustedes son tan buenos clientes, he decidido que les voy a reducir la cuenta de US$100 a US$80”. El grupo agradece el gesto, y decide que el ahorro se debe distribuir en forma equitativa entre los que pagan la cuenta. Sin embargo, el grupo cae en cuenta de que si se dividen los US$20 entre 6, se le estaría pagando por tomar cerveza al quinto y al sexto individuo del grupo (US$20 dividido entre 6 da US$3,33).

El dueño del bar, viendo la clara inconsistencia aritmética, aconseja lo siguiente: “¿Por qué no más bien dividen los ahorros en la misma proporción que el pago?” El pago queda entonces de la siguiente forma: ahora los primeros cinco miembros del grupo no pagan nada (antes eran cuatro). El sexto individuo ahora paga US$2 en vez de US$3 (implica un 33% de ahorro), el séptimo individuo paga US$5 en vez de US$7 (28% de ahorro), el octavo paga US$9 en vez de US$12 (25% de ahorro), el noveno paga US$14 en vez de US$18 (22% de ahorro), y el décimo, el más rico, paga US$49 en vez de pagar US$59 (16% de ahorro). El arreglo parece justo, pues todos los miembros del grupo ahorraron dinero.

Sin embargo, al final de la noche, el sexto miembro del grupo ya alicorado dice exaltado: “¡Un momentico, yo solo me ahorré US$1 en el pago, mientras que este capitalista se ahorró US$10!” El octavo individuo entonces dice, “¡es cierto! ¡Yo me ahorré solo US$3! ¡Los ricos siempre se salen con la suya!” Acto seguido los nueve individuos rodean al décimo individuo, el rico, y lo agarran a patadas. Al día siguiente solo llegaron nueve individuos a tomar cerveza, pues el décimo, el más rico, quedó mal herido después de la golpiza. Cuando el dueño del bar se apareció con la cuenta de US$80, los nueve individuos se dieron cuenta de que no tenían cómo pagarla.

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