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LABORAL

“Propósito y tiempo: la nueva remuneración”

miércoles, 19 de junio de 2019

Existe una constante búsqueda del balance entre lo que soy, lo que quiero, lo que recibo y lo que doy. Esta es una visión holística de la persona como un todo, en búsqueda de un rol trascendente en el mundo.

Rafael Achondo

En una sociedad que cambia a gran velocidad, donde el auto-conocimiento se transforma en una competencia clave en la toma de decisiones laborales, un creciente nicho de profesionales considera que la vida “es muy corta” como para invertirla trabajando en culturas organizacionales sin un propósito relevante, o siendo parte de equipos que no dejen huella en nuestro camino por ser mejores personas.

“El tiempo es dinero”, una frase con la que crecimos. Siempre tuve la impresión de que el tiempo era mucho más que billetes o monedas. El dinero puede crecer o disminuir, se puede gastar o invertir, te lo pueden regalar o puedes perderlo. Mi perspectiva del tiempo es aquello que transcurre mientras vives y creces, que avanza, no se detiene ni retrocede, con la ansiedad que genera el saber que no existe dinero que pueda comprar el tiempo perdido, aquello no vivido.
Vivimos en una sociedad donde cada vez más personas quieren vivir de manera única, con reglas propias, aprovechando la evolución social que representan los aprendizajes de generaciones anteriores, que tanto pelearon para que hoy contemos con derechos y responsabilidades más modernas, alejadas de los absolutismos y dogmas de antaño. Existe una constante búsqueda del balance entre lo que soy, lo que quiero, lo que recibo y lo que doy. Esta visión holística de la persona como un todo, en búsqueda de un rol trascendente en el mundo. Este es el motor que nos hace sentir vivos, y la brújula que nos indica para dónde ir.
En este contexto presenciamos la irrupción de un nuevo profesional, necesitado y cada vez más convencido de invertir ese tiempo, que no se recupera, en una actividad, organización o equipo de trabajo que agregue valor a ese plan, donde sienta que su tiempo se invierte y crece, que no se pierde.
La competencia por este talento altamente calificado y con sentido de propósito es muy fuerte, y más allá de la remuneración, que siempre será un elemento fundamental, vemos cómo organizaciones sacan ventajas con la oferta de divisas más modernas, como la invitación a una cultura distinta de trabajo, a un equipo con un “ADN” diferenciador.
Para este nuevo profesional, este ADN se transforma en un factor clave de decisión, pues muestra la razón de ser de la organización, describe una manera única de hacer las cosas y entrega claridad sobre el valor que le agrega a todos sus públicos de interés.
El beneficio adicional de definir este ADN, es que al definir aquellos valores, hábitos, lenguaje y códigos fundamentales de la “tribu”, facilita la tarea de seleccionar a los perfiles indicados, logrando mayor asertividad en reconocer, evaluando competencias y rasgos de personalidad, qué profesionales pueden ser parte del clan y cuáles no.
Como empresarios o líderes de equipo, la evolución humana nos desafía constantemente, modificando el contexto y obligándonos a revisar la manera en que tomamos decisiones. Y así como estas innovaciones cambian la manera en que consumimos, nos comunicamos, e en definitiva vivimos nuestro tiempo, nos abre la oportunidad de transformar la manera en que pensamos nuestras organizaciones. Donde la invitación ya no puede ser sólo a un trabajo, si no que a formar parte de un grupo, que tiene un propósito definido, y la convicción de que construir una mejor sociedad es una experiencia en la que vale la pena invertir.

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