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Analistas 03/07/2014

Tiranía

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes
La República Más
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Hace unos meses Bogotá se aprestaba a disfrutar del clásico entre Nacional y Millonarios. Las expectativas eran altas pues además de la histórica rivalidad, ambos equipos llegaban al partido en gran forma. En esas andábamos cuando las autoridades bogotanas decidieron prohibir la entrada de hinchas de Nacional a El Campín. La presunción implícita es que los hinchas no somos capaces de convivir con los de otros equipos, que si nos sueltan en el mismo recinto nos comportamos como gallos de pelea. En lugar de hablar con los equipos y sus barras y castigar con toda la severidad posible a los individuos que causen algún daño, la Alcaldía optó por la tirana solución de prohibir que asistieran al estadio los ciudadanos que preferían a cierto equipo. Como si en un colegio el rector decidiera prohibir los recreos porque un par de estudiantes pelearon en ese espacio.

En las últimas semanas, la solución tirana a los retos de convivencia en Bogotá ha alcanzado la máxima expresión. Partido tras partido de nuestra Selección en el Mundial el Alcalde va decretando la ley seca. Justifican las autoridades la medida con el argumento de que un partido de fútbol no vale un muerto. Estoy de acuerdo. Pero la solución no es la tirana que ha escogido la administración. La solución a los retos planteados por celebraciones que se salen de las manos requiere una combinación de enormes esfuerzos de cultura ciudadana con castigos severos a quienes dañen los bienes públicos o causen desmanes. Eso demanda planeación de largo plazo por parte de la alcaldía -porque los temas de convivencia y cultura ciudadana son de largo aliento, no una publicidad el día antes del partido- y un talante de respeto a las libertades individuales. En ambos frentes esta administración local se ha rajado.

No se entiende cómo un alcalde que con una mano monta un esquema de salud pública para tratar los problemas de drogadicción, con la otra decide prohibir a una ciudad de siete millones el consumo de bebidas con contenido alcohólico. No se entiende cómo un alcalde que día tras día publica fotos de todos los avances que su administración hace en el frente educativo, no tenga una estrategia de convivencia pensada para este tipo de eventos. No se entiende que un alcalde que sufrió en carne propia las consecuencias del Estado de Sitio, eche mano de su heredera, la ley seca.

Y como sé que la respuesta del alcalde a estos argumentos volverá a ser que él saca pecho por las vidas que salvó con la tiranía de la ley seca, le propongo otros símiles. Todos los días hay accidentes de tránsito, muchos de ellos con consecuencias fatales ¿vamos entonces a prohibir los automóviles, buses, camiones o motocicletas? ¿No será que la solución a las muertes de tránsito pasa por buenas carreteras, buena señalización, vigilancia al cumplimiento de las normas de seguridad vial y castigos para los infractores? ¿Vamos a prohibir los pasamanos en los parques infantiles cuando algún pequeño se caiga y se fracture un brazo? ¿Concluimos tras la lesión de Falcao que el fútbol debía prohibirse en aras de proteger las rodillas de los colombianos? 

La prohibición del expendio de bebidas alcohólicas no es nada distinto que  el fracaso del Estado y la revelación del talante autoritario y violatorio de las libertades individuales de quienes lo dirigen. Y claro, no ayuda que la Alcaldía haya instalado pantallas gigantes en espacios que no están diseñados para recibir multitudes eufóricas. Al talante autoritario que hemos ido descubriendo hay que agregarle la falta de planeación; pero de esta última ya estábamos notificados los bogotanos desde hace tiempo. 

Twitter: @mahofste

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