Transformación educativa digital

La literatura académica reciente es abundante en estudios que analizan la transición de la educación presencial hacia modalidades de educación más flexibles. Este fenómeno se aceleró con la pandemia de Covid-19, que obligó a instituciones educativas de todo el mundo a migrar, casi de un día para otro, hacia la enseñanza y el aprendizaje mediados por sistemas de administración de aprendizajes conocidos como plataformas.

Estas circunstancias excepcionales pusieron en evidencia el enorme potencial de la tecnología como una herramienta poderosa para mejorar los estándares de calidad de la educación. También dejaron una lección clave: no basta con utilizar la tecnología de manera instrumental o reactiva; es necesario aprender a integrarla estratégicamente para generar beneficios educativos que antes de la pandemia no eran plenamente visibles ni tangibles. En este periodo se demostró, además, que la tecnología fue un factor decisivo para mitigar situaciones disruptivas y fortalecer la resiliencia del sistema educativo, entendida como la capacidad de recuperarse de eventos disruptivos y adaptarse rápidamente a los cambios con mejoras sustanciales en sus procesos.

La pandemia representó igualmente una oportunidad para que profesores, estudiantes y los directivos conocieran e incorporaran innovaciones educativas que ya existían, pero que no habían sido plenamente aprovechadas, y que pueden contribuir de manera significativa a mejorar simultáneamente la cobertura y la calidad de la educación. La evidencia académica muestra que la educación en línea puede alcanzar estándares de calidad comparables -e incluso superiores- a los de la educación presencial, reconocimiento que proviene, de manera consistente, de los propios estudiantes que optan por estas modalidades.

Para ellos, la educación en línea no solo ofrece calidad académica, sino también flexibilidad y accesibilidad: la posibilidad de cursar programas y obtener títulos sin necesidad de desplazamientos prolongados o costosos ha impulsado de manera notable el crecimiento de la matrícula en educación virtual. El caso de Canadá resulta ilustrativo. Ya en 2019, más de dos tercios de las universidades públicas ofrecían cursos en línea con créditos académicos. Posteriormente, el interés tanto de estudiantes como de docentes creció de forma acelerada. Según el informe especial de 2021 de la Asociación Canadiense de Investigación en Aprendizaje Digital, el número de cursos ofrecidos en línea en ese país se multiplicó por 17 en comparación con 2019 (Johnson, 2021, p. 2).

Estas evidencias -internacionales, pero también nacionales- muestran con claridad que la apuesta por la educación mediada por tecnología no puede ser el resultado de una evolución espontánea o improvisada hacia lo digital. Por el contrario, se requiere una política pública decidida que, respetando los principios de la autonomía universitaria, impulse de manera estratégica la transición de la educación superior hacia modelos de enseñanza y aprendizaje híbridos, flexibles y de alta calidad. Dichos modelos deben estar respaldados por infraestructura tecnológica adecuada y por procesos sistemáticos de formación docente en innovación educativa, alineados con las tendencias y oportunidades globales.

Este desafío es particularmente crítico para las universidades en Colombia, muchas de las cuales continúan operando bajo un modelo de enseñanza-aprendizaje predominantemente presencial que muestra signos evidentes de agotamiento.