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Se acerca el momento en el que se conocerá el salario mínimo (SM) para el 2026, con un efecto trascendental sobre la economía. Para empezar, valga la pena recordar, que la discrecionalidad del Gobierno de determinar el SM es una brusca intervención sobre el mercado laboral. Es entendible que en este mercado la capacidad negociadora de personas en situación de precariedad es muy baja y, el SM, junto con el resto de la legislación laboral, los protege de eventuales abusos.
Esto es muy importante. Pero tanto o más es considerar que la libertad en el funcionamiento de los mercados es esencial para la mejor asignación de los recursos y para el desarrollo económico que conduce al aumento del bienestar general. Quienes deseen emplear deberían tener la autonomía para ofrecer la remuneración de acuerdo a sus parámetros de productividad, generación de valor, oferta y demanda, etc. Estas señales, por ejemplo, llevarían a motivar a los potenciales asalariados a capacitarse para los empleos mejor remunerados y/o a realizar emprendimientos acordes.
El SM segmenta perversamente a los “ocupados”, marginando a los informales quienes, según Anif, son el 55,1% del total. Asimismo, al aplicarse directamente al 60% de los asalariados formales, remunerados con un SM, este reduce los incentivos para cualificarse y destacarse, pues dentro de la misma franja entran incompetentes y superados, oficios elementales y sofisticados.
Al intervenir un mercado se debe buscar, no ignorar, ni anular por completo las señales de precios y cantidades y consultar los parámetros generales de la economía. Si se trata de mantener su poder adquisitivo, el ajuste del SM no debe alejarse demasiado de la evolución del IPC ni de su capacidad de compra internacional. Desde el 2015 hasta la fecha, el IPC aumentó a un ritmo promedio del 5,6% anual, mientras el SM lo hizo a un ritmo del 8,5%. Convertido a dólares, con la TRM promedio de cada año, el SM, incluyendo el subsidio de transporte, aumentó de US$262 en el 2015 a US$ 400 en el 2025.
De hecho, con la TRM reciente de 3.750 Col$/USD, el SM actual es de US$ 432. Esto nos lleva a la muy difícil situación presente de los exportadores de productos agrícolas, quienes tuvieron este año un desempeño destacado, café, cacao, banano, flores, así como la de quienes compiten en manufacturas con productos importados, todas actividades intensas en mano de obra. Para comparaciones internacionales, el SM debe ajustarse al beneficio real para el empleado y al costo real para el empleador: prima, vacaciones y cesantías, +19%; pensión, salud, caja de compensación, Sena, Icbf, otros, +32%. Así, el SM vigente, sin alza, sería de US$652, superando a los de México y Chile.
El alto aumento del SM, como afirma el gobierno, incrementa la demanda agregada y, junto con el desborde fiscal, ha generado presiones inflacionarias inmanejables, que el BR se empeña en controlar con elevadas tasas de interés. El sector productivo queda asediado así por tres fuerzas externas que conjuntamente lo van agotando: altos costos laborales y financieros, y revaluación pronunciada.
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