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El acceso a los medicamentos es uno de los temas más sensibles de cualquier sociedad. No se trata de un simple producto de consumo, pues detrás de cada tableta, jarabe o cápsula hay un alivio, una esperanza y una oportunidad de bienestar; sin embargo, en muchos lugares del país, los colombianos siguen enfrentando barreras para obtener tratamientos básicos.
De hecho, en la actualidad, 83% de los colombianos encuentra por lo menos una barrera para acceder a la atención médica, según reportó un estudio de The Economist Intelligence Unit, University College London. Además, entre 60% y 80% de los usuarios y pacientes no reciben sus medicamentos, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo.
En este sentido, la distribución farmacéutica, lejos de ser un asunto exclusivamente logístico, es un componente esencial del sistema de salud, ya que asegurar que un medicamento llegue a tiempo a la persona que lo necesita puede marcar la diferencia entre la prevención y la enfermedad, así como entre la complicación y la recuperación. Por eso, pensar en medicamentos al alcance de todos no es solo una meta técnica, sino un compromiso ético y empresarial con rostro humano.
En este camino, el sector farmacéutico tiene un doble reto. Por un lado, el de garantizar procesos modernos, eficientes y seguros que permitan llegar a todo el territorio nacional, desde las grandes capitales hasta los municipios más apartados. Por el otro, el de mantener la esencia de la cercanía, la orientación que ofrece la droguería de barrio, la confianza en el regente que conoce a la comunidad y la sensibilidad de entender que cada cliente no es un número, sino una historia de vida.
Por su parte, Colombia ha demostrado que, cuando las empresas del sector asumen este compromiso con responsabilidad, el impacto va mucho más allá de las cifras, pues se generan empleos, se promueve el desarrollo local y, sobre todo, se construye confianza en un sistema que hoy necesita más que nunca credibilidad. Por lo tanto, apostar por una red sólida de distribución de medicamentos es apostar por una salud más equitativa, por un modelo en el que el bienestar no dependa del lugar donde se viva ni del tamaño del bolsillo.
Así, los medicamentos al alcance de todos son, en realidad, un reflejo del país que queremos construir, uno donde la competitividad empresarial se mida también por su capacidad de generar inclusión, donde la eficiencia vaya de la mano con la humanidad y donde la salud no sea un privilegio, sino que está presente en cada rincón de Colombia.
El café colombiano ha sido ejemplo de resiliencia y disciplina. Hoy pedimos que esas mismas virtudes guíen la política pública: que las decisiones tributarias se tomen con visión de largo plazo