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Tribuna Universitaria 11/09/2020

La crisis de la educación superior

Cristóbal Soto
Estudiante de derecho
Analista LR

En artículos anteriores he tenido la oportunidad de mencionar las oportunidades que ofrece la virtualidad para mejorar la cobertura de programas de educación superior en todo el territorio nacional; sin embargo, en esta ocasión, quiero reflexionar sobre una realidad que acentuó la pandemia sobre la educación: la inversión de una carrera universitaria no es lo suficientemente rentable con el mercado laboral.

Esta problemática se ha venido presentando hace varios años pero la coyuntura del covid evidenció la gravedad de la situación. Según el observatorio de la universidad colombiana un estudiante en promedio de una universidad privada del país debe pagar semestralmente 15 smlmv (aproximadamente $13,2 millones de pesos). Es decir, si la carrera tiene una duración de ocho semestres, el valor promedio del pregrado sería de aproximadamente $105,2 millones, pero si los estudios duran 10 semestres la suma llegaría a casi $131,5 millones; haciendo la salvedad que estos valores no reflejan un aumento del valor de la matrícula anual.

Adicional al alto costo de educación superior en Colombia, la oferta laboral de un profesional es insuficiente para recuperar el capital invertido en sus estudios. Por un lado debemos considerar la remuneración promedio de los profesionales en Colombia y por el otro la tasa de desempleo. Respecto al primer punto, según los datos del Observatorio Laboral, un administrador de empresas se gana en promedio $2 millones al mes, un médico $3,3 millones y un profesor $1,5 millones. A pesar de que cada carrera tiene una duración diferente y una remuneración distinta, el tiempo del retorno de la inversión del pregrado en Colombia es de cinco a ocho años.

Lo anterior es válido siempre y cuando se consiga trabajo. A pesar de que las cifras de desempleo venían disminuyendo en los últimos años, llegando incluso a una tasa de desempleo de 8,9% en 2015, en julio de este año el Dane reporto una tasa de 20,2%. En consecuencia, aquellos profesionales que financiaron un título universitario y que no tienen remuneración alguna se están viendo perjudicados para pagar su deuda.

Para contrarrestar estos efectos, el sector privado, las universidades y el gobierno deberían plantear una política conjunta en donde se restructuren los precios y la financiaron de los programas conforme a la realidad económica del país; además de procurar modernizar las ofertas de pregrados y adecuar las carreras a las necesidades del mercado laboral para atraer más inversión y aumentar el empleo de calidad.

Para concluir, no pretendo desmotivar a los jóvenes a que inicien sus estudios superiores, por el contrario, creo que la pandemia nos demostró que la educación puede llegar a cada rincón del país, pero también nos enseñó que debemos procurar la modernización del sistema educativo en conjunto al crecimiento empresarial colombiano para que la inversión del estudio sea rentable. En definitiva, debemos entender que la educación, más allá de ser un negocio, es la forma sostenible de progresar como sociedad.

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