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Ni el país ni el mundo había experimentado una crisis como la que atraviesa la humanidad en 2020, pero no podemos quedarnos allí, vendrá una época mucho mejor que la actual
Durante este largo fin de semana de inédita cuarentena hay que sacar 15 minutos para leer en profundidad la columna en el diario económico inglés, Financial Times, escrita por el influyente historiador, Yuval Noah Harari, titulada “El mundo después del coronavirus”, en la que reflexiona sobre el impacto del suceso en las sociedades modernas y en la manera como se debe enfrentar una trágica situación de la cual no han salido aún ni los países más ricos y poderosos, y menos los emergentes, que no han experimentado el daño del Covid-19 en su máxima dimensión.
Dice Harari que la humanidad se enfrenta a la mayor crisis de nuestra generación y que las decisiones que las personas y los gobiernos tomen en las próximas semanas darán forma al mundo en los próximos años, a los sistemas de salud, a la economía, la política y la cultura. Por tanto, hay que tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de esas acciones coyunturales para salir de esta encrucijada.
La pregunta clave es en qué tipo de espacio queremos habitar una vez pase la tormenta, o cuál es la relación con el entorno que se quiere desarrollar para los años venideros. La reflexión empieza con las nuevas-viejas realidades que nos ha tocado vivir durante las últimas semanas: por más dinero que se tenga en la cuenta o más cupo en la tarjeta de crédito; los dos o tres vehículos en el garaje; la ropa de diseñador; o una casa en el campo y otra en la playa, todo pareciese hacer parte de un mundo lejano y distinto al que se experimenta entre las simples paredes del hogar de cada uno en donde han sido recluidas más de 14 millones de familias colombianas obligadas a no socializar como única vacuna para no infectarse.
De un plumazo teñido de miedo -como dice Harari- “las decisiones que en tiempos normales podrían llevar años de deliberación se aprueban en cuestión de horas. Se ponen en servicio tecnologías inmaduras e incluso peligrosas, porque los riesgos de no hacer nada son mayores. Países enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala. ¿Qué sucede cuando todos trabajan desde casa y se comunican solo a distancia? ¿Qué sucede cuando escuelas y universidades enteras se conectan? En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y las juntas educativas nunca aceptarían realizar tales experimentos. Pero estos no son tiempos normales”.
La crisis económica derivada de la pandemia solo arranca las próximas semanas, situación que obligará a países como el nuestro a rehacer las cuentas públicas y a reordenar unos presupuestos que cotizan a la baja por los bajos precios del petróleo, la inactividad de las empresas, y lo que no es menor, la desesperanza de las personas. El mensaje de Harari es que vendrán tiempos mejores y en algún momento todo empezará a enderezarse o a tomar un camino inédito, pero mejor; y cualquiera que sea el sendero debe haber una nueva cooperación global vital para el frente económico: “la humanidad necesita tomar una decisión. ¿Recorreremos el camino de la desunión o adoptaremos el camino de la solidaridad global? Si elegimos la desunión, esto no solo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus, sino contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la humanidad en el siglo XXI”.
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