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EDITORIAL

Un pacto de candidatos por el metro de Bogotá

jueves, 30 de mayo de 2019

Al tiempo que se calientan los verdaderos debates por la alcaldía de Bogotá, es un imperativo para la ciudad que los aspirantes hagan un pacto por un metro para la Capital

Editorial

El exalcalde de Barcelona y exministro de Industria de España, Joan Clos, dijo en una tertulia en Bogotá algo que debería retumbar en los oídos de los bogotanos por estos días de frenesí político: “las obras técnicas y de alto beneficio urbano, como es una calle o un metro, no deberían llevarse a consultas populares, pues la polarización política y la falta de foco de la ciudad pueden distorsionarlas o al menos aplazarlas en el tiempo”. Quizá esa misma prospectiva de ciudad la tuvieron los alcaldes de la Capital de hace 65 años cuando por primera vez se hicieron estudios técnicos visionarios para construir un metro para Bogotá. Fueron José Rodríguez Mantilla y Julio Cervantes Quijano los dos alcaldes puestos por el presidente de facto, Gustavo Rojas Pinilla, en 1954 para que adelantaran los estudios del metro de la ciudad, de tal manera que la Capital de Colombia no se quedara atrás de ciudades pares como Madrid, Buenos Aires o México. Ahora, hasta Caracas, pasando por Ciudad de Panamá, Lima y Quito tiene adelantadas líneas de un sistema de metro que las hace cada vez más competitivas, a pesar de sus problemas. Mientras tanto, los bogotanos siguen debatiendo si el proyecto debe ser abierto o subterráneo y tras más de seis décadas después la ciudad sigue avanzando en medio del caos enloquecedor en que se ha convertido la movilidad de una ciudad que ya alcanza los 10 millones de habitantes.

Enrique Peñalosa, quien ha repetido en la Alcaldía Mayor, y es uno de los hombres que pasará a la historia de la ciudad como un verdadero transformador, le dejará contratada a la administración la primera línea de un polémico metro abierto, que sin duda alguna transformará a Bogotá y la impulsará al desarrollo y la calidad de vida. Claro está, que no faltan quienes se oponen a cualquier cosa buena que se haga por Bogotá e intenten ponerle más palos a la rueda del desarrollo; líderes nocivos que generan pesimismo porque solo allí incuban sus ideas reaccionarias. El hecho urbano o de movilidad de que no haya metro en Bogotá, es lo que ha permitido que en esta gran metrópoli siga atemorizada por la anarquía, la delincuencia, la inseguridad, la indigencia y todas esas expresiones de caos en donde emergen las ideas contra-sistema o en contra de un modelo económico de libre mercado que ha demostrado sacar a millones de personas de la pobreza a pesar de los ataques.

Bogotá debe tener un metro ambicioso y muy competitivo que se construya a partir de la primera línea que dejará contratada Peñalosa, quien abrirá la licitación en tres semanas y en octubre entregaría el proyecto a un consorcio capaz de hacerle realidad ese sueño necesario a todos los bogotanos, pero para que toda esta estructura siga avanzando, quienes quieran ocupar el máximo cargo del Palacio Liévano, ojalá firmaran un pacto por el metro y se comprometieran a no ponerle más obstáculos a tan viejo anhelo. Es una gran avance dejar contratada una línea y ponerle ese listón a saltar a otro alcalde, quien seguramente inaugurará y hará la segunda línea. Eso es progreso, hacer que las cosas buenas se terminen sin importar si fueron ideadas por líderes de orillas opuestas. La primera línea costará más de $13 billones es la cuota inicial de una verdadero cambio para casi 10 millones de personas, pero para mirar las cosas con esa perspectiva debe haber un pacto por el metro de Bogotá.

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