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El recetario del FMI este año tiene mensajes subyacentes distintos a los de los años anteriores, el sistema debe ser sometido a estrés para garantizar la solidez del sistema
La misión del Fondo Monetario Internacional que cada año visita al país terminó su tarea el viernes pasado y dejó su acostumbrado memorándum. Pero este año sus renglones tienen un tono distinto, pues no es lo mismo cuando un banquero habla con un potencial cliente para que tome un préstamo, a cuando ya le ha desembolsado el dinero y hay que pagar las deudas. La Colombia de hace un año no estaba tan endeudada, su economía crecía más que ninguna en la región y no había hecho uso de los créditos aprobados por la banca multilateral. En el memo que dejaron los economistas del FMI sobre los escritorios del Banco de la República, el Ministerio de Hacienda y las autoridades de control y vigilancia, hay muchas recomendaciones crónicas como la urgencia de una reforma tributaria, de una reforma pensional y del regreso a la regla fiscal, pasando eso sí por las reiteradas peticiones al ahorro del gobierno central. Lo que sí es nuevo es el llamado a seguir garantizando la solvencia del sistema financiero, que no está débil pero sí obtiene sus mermadas utilidades de la inversión en TES, de sus operaciones en Centroamérica y de los ahorros por la transformación digital, mas no de las funciones de intermediación financiera que es el core del negocio bancario desde siempre.
Colombia tiene un sistema financiero muy fuerte con más de $500 billones en depósitos y una competencia por el mercado interno de inversionistas locales y extranjeros, más una excelente diversificación en productos, allende que casi todos son marcas multilatinas. La solvencia está en 17% cuando la franja se ubica entre 9% y 12%, indicador que envía el mensaje de cero preocupación, pero dentro de las recomendaciones del FMI está que “los bancos deben ser más conservadores con el pago de dividendos, distribución del capital, mantener los ingresos retenidos, no distribuir utilidades, para poder capitalizar a las entidades en estado complicado o incierto”, que no es nada distinto a que vienen tiempos de cambio para todo el sistema financiero.
La pelota ya salió del FMI y está en terrenos del Gobierno colombiano, quien a través de los reguladores y vigilantes del mercado, como es la Superintendencia Financiera, deben actuar de manera quirúrgica, individualizada a través de las pruebas de resistencia bancaria o bank stress que determinen la estabilidad de cada entidad. Es imperativo que la autoridad empiece a retener algún porcentaje de las utilidades de los bancos del año pasado, que si bien fueron pocas (unos $6 billones en 2020), la medida se convierte en un seguro para su importante actividad de cara a la recuperación de la economía. Para que el país crezca se necesita de bancos muy sólidos que no sean inferiores al reto de transmitir las tasas bajas que les brinda el Emisor. Los depósitos están creciendo a buen ritmo en el país, pero más de 70% de las utilidades del sistema provienen de la inversión en TES, inversiones en otros mercados y digitalización, no necesariamente de su tarea de poner y administrar recursos en un mercado urgido de consumo y financiación en tiempos de post-vacuna del covid-19. Es un llamado para que el gremio bancario trabaje en los nuevos tiempos en los que ha crecido la bancarización y la transformación tecnológica, pero sigue en el aroma la sensación de que la transmisión de las tasas bajas es muy lenta.
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