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El Gobierno debe hacer algo para que los jóvenes con vocación deportista accedan a las universidades de alta calificación como lo hacen los pilos.
Todos los presidentes colombianos desde bien entrado el siglo XX se han puesto la camiseta de los ciclistas cuando estos hacen su historia en las carreteras del exterior. Todo el Ejecutivo en pleno ha sacado pecho con los triunfos y han hecho suyas (como el resto de compatriotas) las sufridas gestas que logran cada año por estos días en Europa. Estamos ante la tercera generación de ciclistas, cada vez mejores, que hacen palpitar todos los rincones del país. Los abuelos rememoran a Cochise, los padres a Lucho Herrera y los más jóvenes ven como la secuela de Nairo, Pajón, Atapuma y Chaves, despiertan un sentimiento patrio difícil de comparar con otros deportes en los que también se hace historia, como es el patinaje, atletismo y fútbol. Pero con el ciclismo hay una especial conexión patria desde hace décadas, desde cuando nació la Vuelta a Colombia; debe ser porque los aficionados ven en vivo y en directo el rostro del esfuerzo casi sobrehumano que hacen los colombianos en las carreteras europeas. Suena a cliché, pero aquí los patinadores y ciclistas (especialmente) se dan silvestres, provienen de humildes pueblos campesinos o barrios populares, casi nunca pelechan en sectores clase media o clase alta, en donde el deporte de alta competencia escasea.
Las políticas públicas siempre han estado alejadas del desarrollo deportivo en Colombia, especialmente en el caso del ciclismo. Cuando se habla del tema se hace con oportunismo burocrático, sin ciencia, sin salud deportiva, sin conocimiento del tema y sin tener en claro el ciclo ciclístico, que es bien diferente al llamado ciclo olímpico. No hay “ser pilo paga” para jóvenes ciclistas, futbolistas, patinadores o atletas. Las mejores universidades nacionales, empezando por las públicas, no consideran becas para deportistas, como ocurre en Estados Unidos o los países de la Unión Europea. Aquí hay oportunidades universitarias para reinsertados, jóvenes humildes buenos estudiantes, pero no para campeones.
Lo hecho por Nairo Quintana el año pasado, por Rigoberto Urán y por Esteban Chaves, en los tres últimos Giro d’Italia son proezas que valen millones de dólares en términos de marca país. No obstante, aquí se sigue teniendo el deporte de las dos ruedas como una artesanía rural de la cual solo nos sentimos orgullos cuando triunfan de la mano de equipos extranjeros y marcas multinacionales, que sí han visto valor en ellos. No se trata de tener un equipo nacional de ciclismo con presupuesto de todos, ni de revivir el Café de Colombia o el Equipo Postobón, que funcionaron muy bien en su momento. Lo que buscamos es que el Gobierno Nacional a través de un politizado Coldeportes haga algo por miles de jóvenes ciclistas que hoy quieren ser como Mariana Pajón, como Chaves o Nairo y que deben abandonar su sueño porque la universidad está primero. Debemos hacer que los ciclistas tengan una gran futuro académico y laboral. ¿Por qué no, revivir este como el deporte nacional?
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